domingo, 25 de mayo de 2014

Batalla de Las Piedras, el 18 de mayo de 1811 en la Banda Oriental. Un caso puntual que pone en evidencia toda la complejidad de nuestra historia hispano-americana durante los primeros años del siglo XIX. (Parte 3).

Batalla de Las Piedras, el 18 de mayo de 1811 en la Banda Oriental. Un caso puntual que pone en evidencia toda la complejidad de nuestra historia hispano-americana durante los primeros años del siglo XIX. (Parte 3).


La mejor forma de entender qué pasó el 18 de mayo de 1811, es conocer quiénes fueron los que pelearon la famosa batalla. Ya vimos que por entonces todos eran ''juntistas'' y ''fernandinos''. Es decir, por un lado tenemos a Napoleón, a su hermano José Bonaparte, a Carlos IV. Esas eran las figuras impopulares, cuyo gobierno se consideraba ilegítimo, de ahí que la soberanía debía retrovertir al pueblo, como indicaba la tradición. Por otro lado estaba Fernando VII, que era el monarca popular, a quien apoyaban las juntas de España y América, y a quien Montevideo, ''La Muy Fiel y Reconquistadora'', y Buenos Aires, ''La Muy Noble y Leal'' le habían jurado ser fieles en agosto de 1808.

Empecemos entonces por Montevideo, defendida por el Capitán de Fragata José Posadas, o José Posada, y cuyo Virrey era Francisco Javier de Elío.

Capitán de Fragata José Posadas (Primer plano, a la izquierda). Recreación teatral popular realizada en el Departamento de Canelones, donde tuvo lugar la batalla de Las Piedras, tomando como base el cuadro de Juan Manuel Blanes.
Recreación teatral realizada durante el bicentenario de la batalla de Las Piedras. Escena en la cual el Capitán José Posadas presenta su rendición a José Artigas, y un fraile recibe la espada. Basada en un detalle del cuadro de Juan Manuel Blanes. Créditos: TMCnet.com

La Ciudad de San Felipe y Santiago de Montevideo fue una de las cuatro ciudades amuralladas que existieron en América, y la más importante al sur de El Callao. Su ocupación y fortificación comenzó en febrero de 1724, con la construcción de la primera batería, luego Fuerte San José, y con el objetivo de repeler ataques de piratas franceses -como el de Etienne Moreau, registrado entre 1717 y 1720-, o incursiones portuguesas, como la del Maestre de Campo Manuel de Freitas Fonseca, en 1723. La iniciativa de la fundación de Montevideo no partió de España, sino, -como era característico- de la propia América. Fue el Gobernador de Buenos Aires, Don Bruno Mauricio de Zabala quien la fundó, la pobló y la empadronó en 1724; en 1725 llegó el reconocimiento real junto con el título de Muy Noble y Muy Leal que en adelante ostentó la ciudad de Buenos Aires por haber dado vida a la que, andando el tiempo, llegaría a ser capital del Uruguay.

Montevideo fue Apostadero Naval de las Islas Malvinas, Comandancia Militar y Gobernación. Los Apostaderos Navales tenían la función de evitar el comercio clandestino e impedir la ocupación de puntos estratégicos en las costas americanas por piratas extranjeros. En el caso de Montevideo, se agregó el objetivo específico de mantener la soberanía española sobre las Islas Malvinas, paso obligado del corredor interoceánico, sobre todo después de la ocupación de Port Louis por los franceses (1764), de Port Egmont (1765) por los ingleses y demás extranjeros que hacían acopio de grasa y pieles de lobos marinos.

Por Real Orden del 9 de agosto de 1776 dada en San Ildefonso, se estableció el resguardo de dichas islas por medio de dos fragatas y dos corbetas de 16 a 20 cañones, una en el Río de la Plata y otra en la Isla de la Soledad, que debían turnarse cada año. Además, el Apostadero debía ocuparse de la colonización de la Patagonia así como la defensa de la frontera con el Reino de Portugal, Brasil y Algarve, y a partir del 1° de octubre de 1777, debía organizar la ocupación de las islas de Annabón y Fernando Poo en las costas de Guinea.

Con el paso del tiempo el Apostadero fue tomando más importancia, y su administración se volvió más compleja. Estaba dirigido por un Jefe o Comandante, un Ministro y una Junta de Marina, y contaba con un equipo técnico especializado. Dos de sus Comandantes, José Bustamante y Guerra, y Pascual Ruiz Huidobro fueron también Gobernadores de Montevideo y sus Oficiales eran al mismo tiempo Sargentos de dicha plaza militar.

Entre 1724 y 1751, el Real de San Felipe y Santiago de Montevideo fue una Comandancia Militar dependiente del Gobierno y Capitanía General de Buenos Aires, que tuvo nueve Comandantes Militares. Su misión durante este período fue la defensa de la frontera, lo que no le impidió desarrollarse como puerto comercial: en 1741 se autorizó la introducción de esclavos de Guinea y la extracción de pieles de retorno.

En 1751, pasó a ser Gobernación: su primer Gobernador fue José Joaquín de Viana, que ocupó el cargo en dos oportunidades, entre 1751 y 1764, y entre 1771 y 1773. Esta etapa duró hasta 1776, es decir, hasta la fundación del Virreinato del Río de la Plata. Luego de esta fecha adquirió más importancia como puerto de ultramar y base naval. 

Durante este último periodo (1751-1778), se le asignó el comercio con los puertos de las Antillas e Islas de Barlovento (1765); servicio de paquebotes-correos entre Montevideo y La Coruña (1767); de puerto terminal (1770); se lo habilitó para el tráfico comercial con El Ferrol y La Coruña (1775); fue puerto obligado para los buques en viaje al Callao en su tránsito desde el Atlántico al Pacífico (1776). A partir de 1778 se benefició del sistema de libre comercio borbónico con los puertos españoles, se creó su aduana y se reglamentó su comercio, convirtiéndose, a esos efectos, en Puerto Mayor, lo cual le permitió aumentar su flujo comercial por medio de sucesivas autorizaciones como puerto de introducción de mercaderías al resto del continente.

En varias oportunidades (1769, 1796, 1803), Montevideo reclamó la ampliación de su jurisdicción, lo que demuestra el desarrollo y el empuje de la ciudad. Esta tendencia también se observa en lo que el historiador Pablo Blanco Acevedo llamó ''lucha de puertos'': en 1796, logró que se fusionaran los cargos de Gobernador de Montevideo y Jefe del Apostadero Naval de las Islas Malvinas; en 1799, Montevideo reclamó un Consulado de Comercio propio, además del ya existente de Buenos Aires; en 1802 logró tener su propio muelle y faro.

El pueblo de Montevideo tuvo oportunidad de expresar su espíritu de libre determinación y de fidelidad a la Monarquía Hispánica durante las Invasiones inglesas de 1806 y 1807. Porque, -como se verá- ambas cosas no eran contradictorias.

A mediados de octubre de 1806 los británicos trataron de tomar Montevideo, pero fueron rechazados, y entonces atacaron Maldonado, al este de la Banda Oriental, actual Uruguay, el 20 de octubre. La ciudad fue saqueada, sus mujeres violadas, y en general, sus habitantes sometidos a todo tipo de desmanes durante tres días y tres noches. Luego se dirigieron a la vecina San Carlos, donde encontraron una feroz resistencia. Las milicias carolinas no solo impidieron que la ciudad fuera tomada, sino que desde allí sitiaron Maldonado y trataron de reconquistarla. Los británicos ocuparon Maldonado durante dos meses, hasta que se desencadenó una epidemia. Al abandonarla, saquearon las chacras de los alrededores de San Carlos.

El 15 de enero de 1807, el Brigadier General Samuel Auchmuty, a las órdenes de John Whitelocke, intimó al Virrey Sobremonte la rendición de Montevideo, que autoridades y pueblo rechazaron como ''un insulto al honor y la lealtad''. Al día siguiente, los ingleses desembarcaron en la playa de El Buceo. El Coronel Santiago Alejo de Allende trató de impedir el desembarco con milicianos de Córdoba y Paraguay, enrolados por Sobremonte. Entre quienes combatieron ese día se encontraba el futuro héroe nacional José Artigas. El 19 de enero los británicos terminaron de desembarcar y derrotaron a las fuerzas de Allende. Al conocerse la noticia, se convocó en Montevideo una Junta de Guerra, que decidió pedir ayuda a Buenos Aires y enfrentar a los ingleses a la altura del Cristo del Cardal, paraje donde actualmente se encuentra el edificio de la Universidad de la República.

El martes 3 de febrero de 1807, luego de una heroica resistencia, los ingleses se apoderaron de Montevideo. La Ciudad-Fuerte fue sometida a un intenso bombardeo desde el día 21 de enero, hasta que el 2 de febrero los ingleses lograron abrir una brecha en la muralla a la altura del Portón de San Juan. Al intentar introducirse se trabaron en combate con los nuestros, muriendo en el forcejeo 400 montevideanos y 500 británicos. La ciudad fue saqueada y la población sometida a vejámenes. Por todas partes se veían muertos y heridos que agonizaban horriblemente:

''[...] era necesario ponerlos en el suelo sin más cama que su propia sangre, en que se revolcaban dando quejidos dolorosos y pidiendo el socorro que no se les podía dar [...]'' (Testimonio de Pérez Castellano).

Al caer la fría y lluviosa noche del 27 de junio de 1806, Buenos Aires era una ciudad sometida a sangre y fuego. Al despuntar el alba del día siguiente, la bandera británica ondeaba sobre el Fuerte o Casa de Gobierno. De la misma forma, la mañana del 3 de febrero de 1807, mientras se disipaba la fría y densa niebla, los vecinos de Montevideo no podían dejar de escuchar los ayes de las viudas y heridos del día anterior.

''Escenas de represalias sangrientas, de saqueos y violaciones, fueron perpetrados ese día por los invasores hasta que Auchmuty pudo imponer orden a los suyos. La matanza había sido horrorosa y continua por ambos lados. Por todas partes veíanse filas de heridos, de muertos y de moribundos, y por todas las calles encontrábanse literas que conducían a los pacientes a los hospitales y a las iglesias'' -escribió Robertson sobre las consecuencias del asalto británico a Montevideo.

Cuando, en junio de 1806, Buenos Aires cayó en poder de los británicos, fue en Montevideo que se organizó la Reconquista de la ciudad; y Ruiz Huidobro el Gobernador que coordinó los esfuerzos patrióticos.

''En un solo día, cuando aún las noticias eran inciertas, el 3 de julio, más de 80 firmas suscribían un documento, obligándose hasta la cantidad de cien mil pesos, y los hacendados, con horas de diferencia se comprometían hasta cincuenta mil más, aparte de gravarse la propia industria con derechos especiales, ellos que abonaban ya en una buen parte las rentas del Virreinato. Pero el sacrificio tuvo el carácter de la unanimidad, y los donativos en dinero, sufragados en menos de una semana, pasaron de doscientos cincuenta mil pesos''. (Pablo Blanco Acevedo).

Montevideo se encontró en el escenario de las guerras napoleónicas antes que la misma España; y lo interesante es que también antes que en España comenzó el proceso de autogobierno que la tradición indicaba que debía tener lugar en estas situaciones. Estos hechos son -injustamente- muy poco conocidos. 

El 4 de julio de 1806, el Gobernador y el pueblo de Montevideo decidieron en Cabildo la Reconquista de Buenos Aires. Además, a partir del 9 de julio comenzaron a recibir informes que indicaban que en Buenos Aires existía una resistencia popular contra los ocupantes británicos. El 11 de julio, Ruiz Huidobro convocó una Junta de Guerra, y el 18 de julio se volvió a reunir el Cabildo. Se tenía conocimiento de que el Virrey Rafael de Sobremonte había dejado la ciudad de Buenos Aires para dirigirse a Córdoba, aparentemente, en busca de refuerzos. El hecho es que el Virrey no se encontraba en la ciudad, que a su vez estaba ocupada por los británicos. La soberanía pues, retrovertía al pueblo, -reunido en el Cabildo- y a sus autoridades legítimas:

''...en virtud de haberse retirado el Virrey al interior del país y de haber jurado el Cabildo de Buenos Aires obediencia a la autoridad británica, debía respetarse en todas las circunstancias al Gobernador [de Montevideo] Don Pacual Ruiz Huidobro como Jefe Supremo del Virreinato, pudiendo obrar y proceder con la plenitud de esa autoridad para salvar la ciudad de Buenos Aires''.

De esta forma Montevideo formó su propio Ejército reconquistador, que fue un ejército popular, en el que también participaron vecinos emigrados de Buenos Aires, el más importante, Don Santiago Liniers y Bremont, Capitán de Navío de la Real Armada y Gobernador de Buenos Aires, que rápidamente se convirtió en caudillo popular y referente político en lugar del propio Virrey, que se temía hubiera huído. Consta en una serie de documentos, que José Artigas formó parte de este Ejército popular. Por ejemplo, hay un documento firmado de puño y letra del Gobernador de Montevideo, Pascual Ruiz Huidobro, que data de 1806:

"El Ayudante Mayor de Blandengues don José Artigas acaba de regresar de Buenos Aires en una comisión interesante del real servicio en que fue destinado por mí, y en la que estuvo por perecer en el río, por haber naufragado el bote que lo conducía, en cuyo caso perdió la maleta de su ropa de uso, apero, poncho y cuanto traía; por cuya pérdida y los gastos que le ha ocasionado la misma comisión, estimo de justicia se le abone por esta Real Tesorería del cargo de usted, trescientos pesos corrientes, y se lo aviso para su debido cumplimiento a la mayor brevedad.
Dios guarde a usted muchos años."

"Montevideo, 15 de agosto de 1806.

Pascual Ruiz Huidobro"

El Comandante Cayetano Rodríguez de Arellano, fundador del Regimiento de Blandengues de la Frontera de Montevideo, donde inició su carrera militar José Artigas, nos dejó los nombres de los patriotas de la Banda Oriental que enfrentaron en la campaña a los ingleses y después participaron en la Reconquista de Buenos Aires: 

"Del citado mi cuerpo, concurrieron a las acciones conmigo, los capitanes don Bartolomé Riego, don Carlos Maciel, don Felipe Cardozo, el Ayudante Mayor don José Artigas, los alféreces don Pedro Martínez, don José Manuel de Victorica y los cadetes don Juan Corbera, graduado de alférez, don Roque Gómez de la Fuente, don Prudencio Zufriategui y don Juan Manuel Pagóla, que murió la noche del ataque, habiéndose portado todos con el mayor enardecimiento, sin perdonar instante de fatiga, animando a la tropa, sin embargo de que no lo necesitaba por el ardor con que se arrojaban al fuego de los enemigos."

El liderazgo de nuevos jefes militares se fortalecía conforme declinaba el del propio Virrey. En realidad, Sobremonte había trasladado el ''tesoro'' del Virreinato a Córdoba. En las arcas virreinales había entonces $ 1.291.323, cuya búsqueda fue la prioridad de los británicos entre el 27 de junio y el 2 de julio de 1806. Cuando encontraron estos caudales -que no eran resultado de otra cosa sino del trabajo de la gente- los saquearon completamente, llevando una parte para Inglaterra y repartiendo la otra entre la soldadesca. Por entonces tomaba fuerza la primera fase de la Revolución industrial. Coincide este momento con una serie de saqueos millonarios que sufrieron las ciudades hispanoamericanas a manos de los ingleses. El 5 de octubre de 1804 habían sido atacadas cerca de Cádiz, cuatro fragatas de Montevideo. Una masacre que produjo 300 víctimas y el saqueo de 12 millones de pesos de plata. Este acontecimiento desencadenó la guerra entre España y Gran Bretaña, pero el 21 de octubre de 1805 se produjo la derrota de la escuadra franco-española en Trafalgar, lo que envalentonó a los ingleses para apoderarse de posiciones estratégicas en el Atlántico.


Las cuatro fragatas de Montevideo atacadas en 1804. Créditos: El Bibliomata


Buenos Aires fue reconquistada por Montevideo el 12 de agosto de 1806 con la colaboración de los propios vecinos porteños que venían llevando la resistencia contra el invasor. Esta determinación le valió a Montevideo el título de ''Muy Fiel y Reconquistadora''.

Pero en la mañana del 3 de febrero de 1807, era Montevideo la ciudad ocupada por los británicos y la que solicitaba apoyo a Buenos Aires. El 6 de febrero la población bonaerense se enteró de la noticia y se congregó en el Cabildo y en sus alrededores, ''clamando y diciendo a voces que todos querían ir a la Plaza de Montevideo, y que estaban prontos a derramar toda su sangre para conservar al Rey sus dominios, y que en parte alguna de ellos se extinga la Religión de Jesucristo que profesaron sus mayores''

Hay muchos indicios de que en 1806 se estaba formando un movimiento comparable al movimiento juntista de 1808. Y es que las condiciones de contexto histórico, con el Virrey en Córdoba, y las ciudades ocupadas por los británicos -luego serían los franceses- eran también muy parecidas. De a poco había empezado a formarse la opinión de la incapacidad del Virrey Sobremonte; y ante la evidencia de la incapacidad, la soberanía retrovertía al pueblo; en 1806, en el Río de la Plata, se recurrió a la misma tesis que solo dos años más tarde triunfaría en todos los dominios de la Monarquía Hispánica. En Buenos Aires, esta opinión fue defendida con argumentos muy sólidos por el Dr. Benito González de Rivadavia.

Existía un riesgo evidente de que el Río de la Plata pudiera caer de manera definitiva en poder de los británicos. Con Montevideo ocupada, los invasores avanzaron sobre la Banda Oriental, atacando Canelones, San José y Colonia, que sometieron a saqueo como ya habían hecho en Maldonado y San Carlos. En esas circunstancias, Buenos Aires envió al entonces Coronel Francisco Javier de Elío al frente de 600 hombres con la finalidad de reconquistar Colonia. Elío acampó frente a la ciudad, pero los británicos cayeron sobre él por la noche matando a la mitad de los hombres. En Buenos Aires, Santiago Liniers y Martín de Álzaga, Alcalde de Primer Voto, organizaban mientras tanto una formidable resistencia. Las primeras avanzadillas enviadas contra los británicos que ocupaban la Banda Oriental, fracasaron.

Sin embargo, la determinación popular hizo que los británicos se rindieran en Buenos Aires el 7 de julio de 1807; desalojaron la ciudad el día 13; y el 7 de septiembre se retiraron de Montevideo. En el transcurso de esta lucha, que fue larga, y cuyo éxito se debió exclusivamente a la firme voluntad popular, se produjeron varias transformaciones políticas. El desempeño del Virrey Rafael de Sobremonte, por ejemplo, fue juzgado de forma negativa. Se lo acusó de haber huído por cobardía. Una copla popular decía:

''¿Ves aquel bulto lejano 
que se pierde atrás del monte?
Es la carroza del miedo
con el Virrey Sobremonte''.

En 1806, esta desconfianza en Sobremonte convirtió en líder popular de Buenos Aires a Liniers. En esa oportunidad, el pueblo de Buenos Aires le quitó el mando militar al Virrey y se lo dio a Liniers; lo cual ocurrió en el Cabildo Abierto del 14 de agosto de 1806. Pero el 10 de febrero de 1807, bajo el liderazgo de Martín de Álzaga, y tras la caída de Montevideo, toda la ciudad de Buenos Aires, reunida en Junta de Guerra se puso de acuerdo para destituir a Sobremonte y transferir el Gobierno del Virreinato a la Real Audiencia; y más tarde, para elegir en su lugar, como Virrey, a Liniers. Este acto fue una clara anticipación de las juntas que se formarían en España y en América a partir de 1808. No era algo ajeno a las tradiciones hispánicas y no era algo ajeno a las tradiciones suramericanas; en los siglos XVI, XVII y XVIII, hechos muy similares habían ocurrido en Asunción bajo la Primera, Segunda y Tercera Revolución de los Comuneros.

Los autores de manuales suelen decir que durante las Invasiones inglesas el Río de la Plata conoció el comercio con Inglaterra -dicen incluso ''libre comercio''- y las ideas inglesas -''más avanzadas''-, lo cual luego influyó en la Revolución de Independencia. Las Invasiones inglesas influyeron, pero no como plantean los autores de manuales. El libre comercio y las ''ideas inglesas'' ya se conocían, y no fueron determinantes. En cambio, las Invasiones inglesas demostraron que los pueblos del Río de la Plata eran capaces de organizarse para luchar por ellos mismos y en contra de la dominación inglesa. Demostraron hasta qué punto las prácticas inglesas estaban reñidas con nuestra concepción de la justicia. Un solo episodio lo pone en evidencia. El 27 de abril de 1807 fueron fusilados dos paisanos, Pineda y Fernández, tras juicio sumarísimo, acusados de promover la deserción de soldados ingleses. Como escribió el erudito Pérez Castellano, testigo de la época:


''En esta ejecución no hubo otra cosa que la hiciese chocante y a nuestro parecer injusta, sino que a los reos no se les dio defensor, ni aun se les oyeron en juicio sus descargos. La sentencia fue pronunciada solo oyendo a los testigos que depusieron contra los reos. El Cabildo, que extrañó un proceder tan ajeno de nuestras leyes, y al parecer tan contrario al derecho natural de los hombres, reconvino al General inglés, haciéndole presente que entre nosotros no se condenaba a nadie sin oírle, y sin darle defensor cuando el reo se obstinase en no querer nombrar, si él por sí mismo no quería o no era capaz de defenderse''.

No podían venir los ingleses a enseñar ''libertades'' y ''derechos'' que ellos mismos desconocían en un país donde se los conocía perfectamente. Esta anécdota permite ver cuáles fueron las ideas con las cuales los pueblos de 1811 lucharon por la libertad, que no eran ideas inglesas precisamente.

En lo que sí influyeron las Invasiones inglesas fue en que trajeron al Río de la Plata el escenario de las guerras napoleónicas. Y demostraron cómo se comportaban en América los pueblos en un contexto de guerras napoleónicas: cuando juzgaban que las autoridades eran incompetentes o no eran suficientemente leales, la soberanía retrovertía al pueblo. Una doctrina sencilla, práctica, democrática, típicamente española, o mejor dicho, hispano-americana. No se puede entender quién es quién en 1811, sin haber entendido, previamente, qué significan 1806 y 1807.

Con este movimiento que podríamos llamar ''pre-juntista'' se inició la carrera política de futuros líderes militares y populares como José Artigas. Él mismo nos dejó este testimonio:

"Don José Artigas, Ayudante Mayor del Cuerpo Veterano de Blandengues de la Frontera de esta plaza, de la que es primer Comandante el Sargento Mayor don Cayetano Ramírez de Arellano. Certifico que hallándome enfermo en esta plaza, supe que se preparaba en ella, de sus tropas y vecindario, una expedición a las órdenes del Capitán de Navío don Santiago Liniers, actualmente virrey de estas provincias, para reconquistar del poder de los enemigos la capital de Buenos Aires, con cuyo motivo me presenté al señor gobernador don Pascual Ruiz Huidobro, a efecto de que me permitiese ser uno de los de dicha expedición, ya que no podía ir con el cuerpo de que dependo, por hallarse éste, en aquella época, cubriendo los varios puntos de la campaña, lo que se sirvió concederme dicho señor, ordenándome quedase yo en esta ciudad (como lo verifiqué), para conducir por tierra un pliego para el citado don Santiago Liniers, destinándome después este señor al Ejército nuestro, que se hallaba en los Corrales de Miserere, desde donde pasamos a atacar el Retiro, en donde advertimos que la tropa, milicias y demás gente de que se componía la citada expedición y a un número de aquel pueblo, que se juntó a ella en aquel paraje, se portaron con el mayor espíritu y valor."

"Rendidos los enemigos a discreción, regresé desde aquélla a esta plaza con la noticia, por ser la comisión a que me dirigía por el nombrado señor gobernador, que es cuanto puedo decir bajo mi palabra de honor, en obsequio de la verdad y de la justicia."


"Montevideo, 10 de junio de 1808.


José Artigas"

http://www.artigas.org.uy/fichas/artigas/artigas_juventud_17.html

http://www.artigas.org.uy/bibliotecas/ba/152.%20EL%20Jefe%20de%20Artigas.%20Fundador%20de%20los%20Blandengues/Pags.%20102%20al%20114.pdf

Otros líderes populares que surgieron de los acontecimientos, destacándose por su valor, lealtad, coraje, y patriotismo, fueron, como resulta evidente, Pascual Ruiz Huidobro, Martín de Álzaga, Santiago Liniers y Bremont. Pero más importante todavía fue el fortalecimiento de las instituciones populares como el Cabildo o las milicias.

Sobre la propaganda inglesa que tanto elogiaron los historiadores liberales y que en realidad tan poca influencia ejerció, es un punto que desarrollé con más profundidad en otras notas:

http://suite101.net/article/seudonacionalismos-hispanos-southerns-star-la-libertad-inglesa-a82184#.U4I73VV5PuQ

http://suite101.net/article/seudonacionalismos-hispanos-1806-ideas-inglesas-o-espanolas-a82210#.U4I8FVV5PuQ

Las jornadas patrióticas y populares en Montevideo y también en Buenos Aires prepararon el terreno al movimiento juntista en América, en el curso del cual, se destacó Montevideo como una de las ciudades en la cual se formó una de esas primeras juntas: la Junta de Gobierno del 21 de septiembre de 1808. Y con ese tema vuelvo en la próxima nota.

Continuará

viernes, 23 de mayo de 2014

Unas líneas históricas sobre San Antonio de Pichincha, ''Ciudad Mitad del Mundo'', futura capital de América del Sur, y por qué está muy bien elegida

Unas líneas históricas sobre San Antonio de Pichincha, ''Mitad del Mundo'', futura capital de América del Sur, y por qué está muy bien elegida

Dos civilizaciones-madres de América del Sur coincidieron en determinar que San Antonio de Pichincha no es un lugar cualquiera del planeta.

La civilización indígena preincaica ubicó en el cerro Catequilla, al norte de la actual Pichincha, un punto de inestimable valor geodésico y astronómico. De allí la etimología del nombre: Kati (''asiento''), Killa (''luna''), ''asiento de la Luna''. Seguramente, un ónfalo, un centro sagrado lunar, como lo es también el Cusco, o la ciudad de México. Más tarde se establecieron los indios quitus, que le dieron nombre a la capital de Ecuador.

Cerro de Catequilla con un disco lítico de origen prehispánico en su parte superior, inevitable referencia astronómica. Créditos: Wikipedia.


La otra fue la civilización española. Incendiada por Rumiñawi para impedir que Pizarro se apoderara de ella, Quito fue reconstruida como San Francisco de Quito el 6 de diciembre de 1534, hace unos 479 años. A partir de esa fecha comenzó la historia de la actual parroquia de San Antonio de Pichincha.

http://indoiberia.blogspot.com/2013/12/memorias-de-indiberya-iii-479-anos-de.html


San Antonio de Pichincha, Ciudad Mitad del Mundo. Créditos: Wikipedia.




En particular, la expedición científica enviada por Felipe V (1700-1746), la de Jorge Juan y Antonio de Ulloa, quienes arribaron a San Antonio de Pinchincha para hacer estudios de campo en el año 1736, descubriendo que por dicha parroquia pasa la línea del Ecuador geográfico, dividiendo el planeta en dos hemisferios. De esta observación tomaría su nombre la actual República del Ecuador. Más adelante se construiría, en su honor, el Monumento a la Mitad del Mundo.
Ecuador geográfico, que da su nombre a la República de Ecuador. Fuente: Wikipedia.

La expedición de Jorge Juan y Santacilia (1713-1773), y Antonio de Ulloa y de la Torre-Giralt (1716-1795) es conocida por su Misión Geodésica a la Real Audiencia de Quito, durante la cual se encargó de medir, entre 1736 y 1744, las dimensiones reales de la Tierra y establecer su forma. 


Pedro Vicente Maldonado. Fuente: Wikipedia

El desafío incluía la tarea de realizar triangulaciones geodésicas en condiciones difíciles como ciénagas y cumbres montañosas. Fue una expedición pionera en este punto. Participó en el equipo el científico ecuatoriano Pedro Vicente Maldonado.

http://spainillustrated.blogspot.com/2011/11/expedicion-geodesica-para-la-medicion.html


Monumento a la Mitad del Mundo. Créditos: Wikipedia.


Estudios actuales ponen en evidencia que, en realidad, se cometió un error de cálculo de 244 metros con relación a la línea equinoccial al erigir el Monumento a la Mitad del Mundo en el lugar en el que se lo hizo entre 1979 y 1982, -teniendo presente la reconstrucción que en 1836 se hizo de la investigación de 1736- pero la tradición se mantiene. 

En el lugar todavía se congregan personas aficionadas a los estudios astronómicos y existe un Planetario que se fundó en 2003. También se halla una reconstrucción de la Huaca Pichincha, latitud 0 de los mapas antiguos, -incluídos, se sospecha, los mapas chinos, árabes, y europeos precolombinos- y el gigantesco reloj Quitsato, que también habría sido consultado por pueblos procedentes de todas partes del mundo desde la más lejana antigüedad.

Gran Reloj Quitsato en la Huaca Pichincha (Reconstrucción Actual)

http://elhilodoradodeariadna.blogspot.com/2011/03/lignum-crucis-parte-1.html

América del Sur: Arquitectos suramericanos adaptan San Antonio de Pichincha (parroquia del norte de Quito) para convertirla en la futura capital de UNASUR. Fuente: Empresas constructoras (SECOB)

domingo, 18 de mayo de 2014

Batalla de Las Piedras, el 18 de mayo de 1811 en la Banda Oriental. Un caso puntual que pone en evidencia toda la complejidad de nuestra historia hispano-americana durante los primeros años del siglo XIX. (Parte 2)

Batalla de Las Piedras, el 18 de mayo de 1811 en la Banda Oriental. Un caso puntual que pone en evidencia toda la complejidad de nuestra historia hispano-americana durante los primeros años del siglo XIX. (Parte 2).


Como vimos en la nota anterior, una serie de sucesos ocurridos entre los años 1807 y 1808 catalizaron la crisis de la Monarquía Hispánica. En principio, la existencia de una élite ''afrancesada'' dispuesta a pactar con Francia el reparto de Europa, lo que conduce a esa cosa tan extraña que es el Tratado de Fontainebleau, por el cual España y Francia, a través del ministro Godoy y el emperador Napoleón, acuerdan el reparto de Portugal y quizá también (por un acuerdo secreto) la ocupación de España. A medida que las ciudades empezaron a percibir la falta de militares españoles (destinados a Portugal) y en cambio, la presencia de tropas francesas, una sensación de malestar contra los franceses comenzó a extenderse, que terminó explotando durante los meses de marzo y mayo en Madrid.

El 2 de mayo de 1808, fue pregonado un Bando del Alcalde de Móstoles, pueblo próximo a Madrid: ''La Patria está en peligro [...] Españoles: acudid a salvarla'', fórmula utilizada luego en América. Extremadura fue la primera región en responder al llamado. Era algo característico de la época el temor a que, por medio de una intriga o invasión, y con el consentimiento de las clases altas, una potencia extranjera pudiera apoderarse de la patria. Esto quiere decir que el siglo XIX tenía su propia idea de lo que hoy llamamos ''imperialismo'', y que no es en absoluto una idea de origen marxista. El temor surgió durante la Reforma y la Contrarreforma religiosa. 

Cabía la posibilidad de que un monarca protestante le impusiera la fe protestante a un pueblo católico; o que un monarca católico le impusiera la fe católica a un pueblo protestante. Lo que se decía, un ''tirano''. Ante esta eventualidad, la Iglesia (católica o protestante) se defendería convocando a sus fieles (al pueblo cristiano que correspondiera) porque no había entonces sitio ni organización más concurrido que una iglesia, ni más capaz de movilización de ''masas''. Por eso, desde el siglo XVI, -y desde antes- no se conoció mejor defensa de la patria y de la fe que una insurrección popular. Por eso influyó tanto en las movilizaciones populares que a Napoleón se lo considerara un ''hereje''. Y por eso, el 9 de mayo de 1808, cuando los vecinos de Oviedo tomaron el edificio de la Real Audiencia, gritaron primero ''¡Viva la Religión!'' y luego ''¡Viva el Rey!''.

La doctrina de la retroversión de la soberanía ante un caso de tiranía, incapacidad o usurpación, se conoció tanto entre católicos como entre protestantes, y es la base del principio de autodeterminación de los pueblos. Ya vimos como este principio, muy antiguo, sistematizado por Francisco Suárez a principios del siglo XVII, derivó en la formación del movimiento juntista, ante la sospecha de que los franceses iban a secuestrar a la familia real y a trasladarla a Bayona, y en consecuencia, los franceses y sus aliados, como el ministro Godoy, se convirtieron en usurpadores a los ojos del pueblo. Así como la época tenía su propia idea de ''imperialismo'', también tenía su propia idea de ''legitimidad democrática'' basada en la ''soberanía popular''. En el marco de una Monarquía usufructuaria, y si se quiere, federal.

http://indoiberia.blogspot.com/2014/05/batalla-de-las-piedras-el-18-de-mayo-de.html

El 25 de mayo de 1810 se formó en Buenos Aires la Junta Provisional Gubernativa de las Provincias del Río de la Plata a nombre de Fernando VII

Cuando Carlos IV se convirtió en Rey en 1788, su hijo Fernando de Borbón pasó a ser Príncipe de Asturias, lo cual quedó formalizado en 1789. Fernando era claramente un adversario del ministro Godoy, favorito de Carlos IV. Cuando, el 17 de marzo de 1808 se produjo el Motín de Aranjuez contra Godoy, Carlos IV fue obligado a abdicar en favor de Fernando, lo que ocurrió el 19 de marzo de 1808. Fernando fue aclamado por el pueblo de Madrid, pero al mismo tiempo, los franceses ocuparon la capital. En abril, los miembros de la familia real quedaron en la situación de prisioneros de Napoleón, y lentamente, fueron alejados de Madrid. A pesar de esto Fernando VII fue jurado como monarca legítimo en España y en América, pero Napoleón planteó que la abdicación de Carlos IV, realizada bajo presión, era ilegítima. Además, Napoleón obligó a Carlos IV y a Fernando VII a abdicar en su propio beneficio y en beneficio de su hermano José Bonaparte. De esta manera España pasó a formar parte del Imperio Francés, y como miembro del Imperio Francés, tuvo su propia Constitución liberal, en julio de 1808.

Las primeras juntas americanas se formaron en circunstancias en las que hubo que tomar posición frente a estos acontecimientos, y por eso hay juntas americanas que son tan antiguas como las peninsulares. En este caso está la Junta Gubernativa de Montevideo, que funcionó entre el 21 de septiembre de 1808 y el 30 de junio de 1809. Tenemos también una Junta en México en agosto-septiembre de 1808; en 1809, en Chuquisaca o Sucre, actual Bolivia (25 de mayo de 1809); La Paz (16 de julio); Quito (10 de agosto).

Los fundamentos jurídicos y políticos eran los mismos en todas partes. El 3 de agosto de 1808, la Junta de Sevilla lanzó un Manifiesto donde se explicaba: ''El Reino se halló repentinamente sin Rey y sin gobierno [legítimo] [...] el pueblo reasumió legalmente el Poder de crear un gobierno [...] el Poder Legislativo, pues, ha quedado en las Juntas Supremas y por este Poder han gobernado y gobiernan con verdadera autoridad''.

El 22 de enero de 1809, la Junta Central dio a conocer un decreto donde se hacía este razonamiento: ''Que los vastos y preciosos dominios que España posee en las Indias, no son propiamente colonias o factorías, como las de otras naciones, sino una parte esencial o integrante de la Monarquía Española; y deseando estrechar de un modo indisoluble los sagrados vínculos que unen a unos y otros dominios, como asimismo corresponder a la heroica lealtad de que acaban de dar decidida prueba a España [...] se ha servido S.M. declarar, que los Reinos, Provincias e Islas que forman los referidos dominios, deben tener representación nacional e inmediata a su Real Persona, y constituir parte de la Junta Central Gubernativa del Reino, por medio de sus correspondientes diputados''.

La evolución política de Montevideo es muy importante por su trascendencia regional. No se vaya a pensar que Montevideo era una ciudad hispanoamericana de segundo orden. Era una potencia marítima cuya autoridad llegaba hasta la Patagonia y las Islas Malvinas, San Pedro y San Pablo, abarcando todo el Atlántico Sur, es decir, incluyendo el Sur de Brasil; y proyectando una línea imaginaria a través del Atlántico, hasta Guinea Ecuatorial, que por cierto era entonces, una vasta extensión de África. Buenos Aires era la capital del Virreinato y Montevideo su Apostadero Naval; y no había contradicción entre una cosa y la otra. Oscuros intereses -sobre todo de origen británico y sus aliados portugueses- redujeron luego esta enorme zona de influencia a su mínima expresión.

A mediados de 1808, los agentes de Napoleón organizaron una serie de intrigas con el insólito objetivo de impedir que el 12 de agosto, aniversario de la Reconquista, Montevideo jurara fidelidad a Fernando VII. Para ello se envió a Charles Henri Etienne Bernard, marqués de Sassenay, quien se entrevistó con el entonces Gobernador Elío, describiéndole toda una serie de hechos confusos, de difícil interpretación, pero que a su juicio merecían la postergación de la ceremonia. Lo que buscaba Sassenay era que Montevideo, fiel a Fernando VII, apareciera por lo menos como indiferente. Luego Sassenay se dirigió a Buenos Aires con la misma intención. Y como el entonces Virrey Liniers dudara, llegó a provocar un verdadero enfrentamiento entre las autoridades de Montevideo y Buenos Aires. Con mucha seguridad, Montevideo juró fidelidad a Fernando VII el 12 de agosto de 1808, mucho antes que otras ciudades. Esto debieran tenerlo en cuenta quienes defienden la idea de ''la máscara de Fernando VII'', es decir, de que las juntas americanas le juraban fidelidad a Fernando y actuaban en su nombre de puro hipócritas. La fidelidad a Fernando VII -muy popular entre la gente- era un sentimiento auténtico.

Y así es como llegamos al tema de quién era el Capitán de Fragata José Posadas, el marino español que el 18 de mayo de 1811, es decir, hace 203 años y a media tarde, -más o menos a esta hora-, defendió a la entonces capital del Virreinato del Río de la Plata, pues Montevideo llegó a serlo cuando Francisco Javier de Elío, su caudillo popular -el mismo que derrotó a los ingleses en 1807- fue nombrado Virrey por la Junta de Cádiz y el Consejo de Regencia, en 1810.

Lo cual también nos lleva al tema de quién era el Coronel José Artigas, que el mismo 18 de mayo de 1811 luchó a las órdenes de la Junta de Buenos Aires. ¿A las órdenes de la Junta de Buenos Aires? Sí, y esto por dos motivos. Primero, no había una ''Junta del Uruguay'', aunque sí hubo una Junta del Paraguay. Y segundo, que los pueblos, ciudades y villas que en febrero de 1811 tomaron la determinación de sumarse al movimiento general, como fue el caso de Mercedes y Soriano, pertenecían a la jurisdicción de Buenos Aires, y en todo caso a la jurisdicción de Yapeyú, donde en 1778 nació San Martín. (Es decir, en la Reducción de Yapeyú, como tantos guaraníes y personas de origen guaraní; y a San Martín le debe España -en parte- la primera victoria importante contra los franceses, la de Bailén). 

Buenos Aires era una potencia continental tanto como Montevideo era una potencia marítima. La capital del Virreinato juró fidelidad a Fernando VII el 21 de agosto de 1808, a pesar de todas las intrigas de los agentes de Napoleón. De la fidelidad a veces cuestionada de La Muy Noble y Muy Leal, da cuenta el hecho de que, el 13 de agosto, cuando el marqués de Sassenay se presentó ante los funcionarios del Gobierno con unos pliegos como evidencia de que ya ni Carlos IV ni Fernando VII eran soberanos de España, fue tal la indignación de los porteños, que se los quitaron y los quemaron, además de enviarlo preso a Montevideo, donde permaneció encerrado hasta 1809, para luego ser enviado preso a Cádiz.

El 18 de diciembre de 1810la Junta Provisional Gubernativa de las Provincias del Río de la Plata a nombre de Fernando VII, se constituyó como Junta Grande. Para entender lo que significa esto, tenemos que recordar, según vimos en la nota anterior, qué se estaba discutiendo por esas fechas. Vimos un comentario del Secretario de la Junta de Mayo, Mariano Moreno, publicado en la Gaceta de Buenos Aires el 8 de noviembre de 1810, donde dice lo siguiente: 

''Oigo hablar generalmente de un gobierno federaticio, como el más conveniente a las circunstancias y estado de nuestras provincias; pero temo que se ignore el verdadero carácter de ese gobierno y que se pida sin discernimiento una cosa que se reputaría inverificable después de conocida''.

Lo que se estaba discutiendo eran cuestiones de representación, vinculadas, a su vez, con el debate acerca de si las ciudades capitales debían actuar en nombre de los pueblos de todo un Virreinato o Gobernación, o si estos retenían su soberanía, ''la soberanía particular de los pueblos'', no siendo legítimo que Buenos Aires o Montevideo actuaran por ellos. A principios del siglo XVIII, Asunción, en plena tercera ''Revolución de los Comuneros'' había resuelto esta cuestión de forma negativa: Asunción había asumido la representación de todos los pueblos del Paraguay, que en aquel entonces era decir, de todo el Río de la Plata.

Pero el 18 de diciembre de 1810, Buenos Aires, con espíritu de amplitud, convocó a participar en la Junta a los diputados de todas las provincias del Virreinato del Río de la Plata, de ahí su nombre de Junta Grande, que funcionó hasta que, el 22 de septiembre de 1811, un Golpe institucional dio paso al Primer Triunvirato porteño. Queda claro que la trayectoria política del caudillo oriental-rioplatense José Artigas comenzó durante este periodo. Artigas fue un hombre de la Junta Grande. De todas maneras, no fue fácil que Buenos Aires aceptara la representación de las provincias. Los diputados de las provincias fueron rechazados, o bien se demoró su incorporación. Esto afectó la credibilidad del Gobierno de Buenos Aires, que a partir de entonces empezó a sufrir una serie de derrotas militares. Fue justo en ese momento, el 18 de mayo de 1811, cuando Artigas ganó la batalla de Las Piedras.

Notemos que Artigas y Posadas eran adversarios, pero no auténticos enemigos. Los dos estaban al servicio de gobiernos de tipo ''juntista'', y esos gobiernos habían jurado fidelidad a Fernando VII, tomando partido por el bando ''fernandino'', muy popular desde el Motín de Aranjuez, donde el pueblo español desconoció a Godoy, a Carlos IV, y a Napoleón. En la batalla de Las Piedras no combatieron uruguayos contra españoles, ni siquiera argentinos o americanos contra españoles por la Independencia de América. En mayo de 1811, la Guerra de la Independencia, lo que se dice Guerra de la Independencia, seguía siendo... contra Francia: contra Napoleón y su Imperio.

Continuará




sábado, 17 de mayo de 2014

Batalla de Las Piedras, el 18 de mayo de 1811 en la Banda Oriental. Un caso puntual que pone en evidencia toda la complejidad de nuestra historia hispano-americana durante los primeros años del siglo XIX. (Parte 1)


Batalla de Las Piedras, el 18 de mayo de 1811 en la Banda Oriental. Un caso puntual que pone en evidencia toda la complejidad de nuestra historia hispano-americana durante los primeros años del siglo XIX.

La ''Batalla de Las Piedras'' suele quedar relegada a los estudios de Educación Primaria. En esto, podemos considerar a los maestros y escolares como los herederos de una tradición que se originó a fines del siglo XIX. Los historiadores que vivieron durante la segunda mitad del siglo XIX necesitaban construir una ''historia nacional'' -que no existía- y entonces, seleccionaron ciertos hechos y personajes que luego el Estado consagró mediante ceremonias oficiales, y que los escolares aprendieron para ser recordados en ciertas fechas concretas. 

Desde entonces, ellos son los ''expertos'' en el tema, mientras la gente adulta ve las ''fechas patrias'' como un feriado más, cuyo significado no siempre conoce, o tiene ''prendido con alfileres''. Ahora, si les preguntamos a las ''blancas palomitas'' qué pasó un 18 de mayo de 1811, nos van a decir que el héroe uruguayo José Artigas derrotó al Capitán español José Posadas, símbolo de la dominación española en el Uruguay. Pues no. Hay que ser consciente que el contexto histórico era mucho más complejo, pero los manuales escolares nunca dan cuenta de esta complejidad; por un lado porque se supone que a los niños hay que simplificarles el conocimiento para que lo aprendan mejor; por otro lado, porque cuando se escribió ''la historia oficial'', a fines del siglo XIX, los autores de manuales quisieron resaltar lo que ellos pensaban que eran elementos de identidad, y para ello no servían los matices y los grises, sino el blanco y negro. 

Lo primero que hacen los autores de manuales es aislar la interpretación de la Revolución Oriental de 1811 de la interpretación de la Revolución de Mayo de 1810. ¿Por qué? Porque quieren demostrar que Argentina y Uruguay fueron desde un principio países diferentes, cada cual con su propio pueblo, surgiendo como mundos aparte, cada uno a partir de su propio caos originario. Además, los autores de manuales separan la Revolución de Mayo de 1810, de un proceso llamado la Guerra de la Independencia Española, proceso que poca gente tiene claro, porque ¿qué es esto de Independencia Española? ¿No es Independencia Americana? Pues no. 

Es Guerra de la Independencia Española, que comienza en 1808, como la lucha del pueblo español para independizarse del Imperio francés. ¿España independizándose? ¿Dónde se vio que los españoles se independicen de alguien? Pues sí. De Napoleón Bonaparte. Tenemos entonces que en 1808, 1810 y 1811 estamos hablando de Independencia, pero no es América, sino España la que se independiza. ¿Y nosotros? Formábamos parte. ¿De qué? ''De España'', puede ser que se apure a decir alguno. ''Éramos una colonia de España''. Pues no. No existía ''España'', así, a secas, sino un Estado gigantesco, que tampoco era un Estado centralizado de tipo moderno, lo que se dice un Imperio, sino más bien una reunión de Reinos.

Para nombrar ese Estado había que mencionar una infinidad de Reinos en Europa, en Asia, en África y en América, de manera que para simplificar, se lo llamaba ''Reino de España e Indias''. Esto significa que América formaba parte de España, pero también España formaba parte de América. Y salta a la vista que por su territorio, población y recursos, España dependía de América en mucha mayor proporción de lo que América podía depender de España. Claro está que dicho Estado gigantesco seguía las mismas tendencias de todos los Estados de la época, que no era hacia el autonomismo, sino hacia la centralización. 

Este proceso se sintió de manera muy clara después de la Guerra de Sucesión de la Monarquía Española, que comenzó en 1701 y terminó con el Tratado de Utrecht en 1713. España quedó muy transformada después de esta Guerra, cuya consecuencia más importante fue el reemplazo de la dinastía de los Austria o Habsburgo, -que como su nombre lo dice era de origen alemán-, por la dinastía de los Borbones, de origen francés; aunque en realidad, más que de origen alemán, la dinastía de los Habsburgo era de origen universal. 

La llegada de los Borbones tuvo su precio, por ejemplo, España perdió Gibraltar a manos de los ingleses, y hace unos 300 años que lo viene reclamando. Los Borbones aparecieron en el escenario político hispano-americano como una dinastía modernizadora, ilustrada y reformadora, pero en general esta modernización implicaba mayor consolidación del Estado, mayor centralización y eficiencia de la administración, combinada con mayor rivalidad entre sectores sociales y ciudades. Al mismo tiempo, la prosperidad general -característica del siglo XVIII- se reflejó en la formación de poderosas oligarquías. Por ejemplo, en México, el Consulado de Comercio se quejaba de que los latifundistas mexicanos tenían más poder y riqueza que el Emperador de Alemania. Y ya entonces proponían una reforma agraria que acabara con estas enormes desigualdades. Aquí tienen ustedes un trasfondo social que luego aparece reflejado en el movimiento político. No de manera mecánica, pero aparece. 

Por supuesto que las oligarquías obstaculizaron cualquier medida borbónica que pudiera debilitar su enorme poder. De esta manera frenaron la colonización -que en Hispano-América no era solo de blancos, sino más bien de mestizos, de indios y de negros- generando grandes espacios vacíos, de los que se apropiaron luego otras naciones. Y ahora viene un tema que es muy importante, dejando de lado las pulsiones oligárquicas, que siempre van en el sentido de la fragmentación de los Estados. Me refiero a los legítimos reclamos de autonomía de los pueblos. Es importante no mezclar una cosa con la otra, más allá de que las oligarquías siempre tenderán a manipular en su beneficio las tendencias autonomistas. 

Además, las oligarquías tienden a querer formar Estados-Nación en los que ellas tengan el control absoluto de las instituciones, de la población, y de los recursos. No les alcanza con manipular el autonomismo, sino que hacen esfuerzos por convertirlo en nacionalismo. Siempre con la idea de que cada Nación debe tener su propio Estado, son capaces de ''fabricar'' pueblos (''naciones'') fomentando la intolerancia política y cultural entre personas que tienen un origen común. A este hecho podemos agregar otro, y tendremos el cuadro completo. Las oligarquías que así buscan fragmentar a los Estados para hacerse con mayores porciones de riqueza y de poder, son débiles para poder cumplir con los objetivos que proclaman. No tienen la capacidad de asegurar la estabilidad y el orden en los nuevos Estados cuya independencia declaran. En consecuencia, tienden a solicitar el apoyo o, directamente, la intervención de una potencia extranjera. A principios del siglo XIX, las potencias hegemónicas en ascenso eran Francia e Inglaterra. Solo unas décadas más tarde fueron los EEUU.

Hechas estas salvedades hay que saber valorar la legitimidad de los movimientos autonomistas y de autodeterminación de los pueblos, saber valorar lo que estos tienen de democráticos y separar la historia de la propaganda. 

El principio de libre determinación de los pueblos es un derecho humano universal que está reconocido en la Carta de las Naciones Unidas y en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. En su forma moderna, este derecho se expresa de la siguiente manera: 

''1. Todos los pueblos tienen el derecho de libre determinación. En virtud de este derecho establecen libremente su condición política y proveen asimismo a su desarrollo económico, social y cultural. 

''2. Para el logro de sus fines, todos los pueblos pueden disponer libremente de sus riquezas y recursos naturales, sin perjuicio de las obligaciones que derivan de la cooperación económica internacional basada en el principio del beneficio recíproco, así como del derecho internacional. En ningún caso podrá privarse a un pueblo de sus propios medios de subsistencia. 

''3. Los Estados Partes en el presente Pacto, incluso los que tienen la responsabilidad de administrar territorios no autónomos y territorios en fideicomiso, promoverán el ejercicio del derecho de libre determinación, y respetarán este derecho de conformidad con las disposiciones de la Carta de las Naciones Unidas. 

''Artículo 1. Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos''. 

En general, los autores de manuales establecen que el primer movimiento de libre determinación de los pueblos es la Independencia de EEUU. Por supuesto que este es un movimiento de libre determinación popular, pero bajo ningún concepto es el único ni el más antiguo en América. Además, los autores de manuales afirman que, una vez surgido este principio en EEUU, se difunde desde allí por Hispano-América. Por eso se refieren a la Independencia Americana como un solo proceso, que se extiende desde Norteamérica hasta Suramérica, ignorando que hay una Independencia Española, que ocurre siguiendo un contexto y una cronología diferentes a los de EEUU, y que en este contexto de la Independencia Española es donde debemos situar la Independencia de Hispanoamérica, en un espacio que va desde México hasta el Río de la Plata. 

Esto no significa que haya que ser maniqueo y negarle toda influencia ideológica a EEUU en los procesos políticos de la América que habla español, en España, y todavía más, en Europa, Rusia, etc. Las civilizaciones no son compartimentos estancos. Pero Hispano-América no descubre el principio de autodeterminación en EEUU. Solo lo confirma, como un principio que también aparece defendido en otros países y por otros pueblos. Que, en consecuencia, es universal, idea muy de moda en la época. EEUU le confirma a Hispano-América la universalidad de un principio que Hispano-América ya conocía. 

En el contexto de la Guerra de Independencia de España y América (Guerra contra la tiranía de Napoleón Bonaparte, que había ocupado militarmente suelo español peninsular, pero cuya presencia cabía esperar también en América, según surgía de la complicidad de ciertos funcionarios), se produce una cadena de acontecimientos que da lugar a un proceso político llamado movimiento juntista

Los mismos autores de manuales que ponen tanto esmero en demostrar que el principio de autodeterminación de los pueblos es de origen norteamericano, parecen ignorar, que dicho movimiento juntista es claramente un movimiento de libre determinación de los pueblos. Repito: de los pueblos. A este elemento de precisión conceptual, no lo encontrarán en EEUU, ni en Inglaterra, ni en Francia. 

La Constitución de EEUU (1787) dice: ''Nosotros, el Pueblo de los Estados Unidos''. (Preámbulo) ¿Y quién es ''el Pueblo de los Estados Unidos''? Dado que los EEUU, -como su nombre lo indica- son una Federación, sería de esperar que el documento dijera: ''Nosotros, los pueblos de los Estados Unidos''. Pero no. Se trata de una ficción jurídico-política; habría que ver, sin embargo, hasta qué punto esta ficción no le quitó sustancia democrática al proceso político norteamericano. Tenemos, por otra parte, la Constitución Francesa de 1791, cuyo Preámbulo es la Declaración de los Derechos del Hombre (en abstracto) y del Ciudadano (en abstracto), donde ''el Pueblo'' brilla por su ausencia, porque dice ''los representantes del pueblo reunidos en Asamblea Nacional'', y todavía agrega ''en presencia del Ser Supremo y bajo sus auspicios''

Encontramos a este Ser Supremo en la Constitución de Massachusetts de 1780, que algunos nos quieren hacer pasar por la primera Constitución democrática de la historia; y miren lo que dice: ''Nosotros, la gente de Massachusetts, reconocemos con corazones agradecidos la bondad del Legislador del Universo, que nos dio la oportunidad de entrar en este pacto...''. Son visiones providencialistas de la historia, que le quitan sustancia democrática al hecho político, y confunden el pacto religioso (la vocación providencialista de un pueblo, una idea en parte de origen bíblico, en parte de origen greco-romano) y el pacto político o contrato social. Se podría pensar que al presentarse los autores del documento como ''Nosotros, la gente de Massachusetts'', se quiere marcar ahí una vocación de autodeterminación. Pero el alcance de esta idea resulta limitado cuando se dice, a continuación, que el diseño de la Constitución viene dirigido por la Providencia ''para nosotros y para la posteridad''. Estas Constituciones del siglo XVIII insisten en la idea de que ''el cuerpo político es compacto'', y ''la soberanía única e indivisible''. 

Uno tiene la sensación de una larga serie de subterfugios ideados para quitarle capacidad de decisión a los pueblos. En beneficio de unas oligarquías más o menos aburguesadas, más o menos aristocráticas. Aparte, tenemos a España y América. En 1812, se aprueba una Constitución liberal. Pero ¡un momento! ¿Es que España no tenía Constitución? Esta es la gran pregunta de Jovellanos: 

''¿Por ventura no tiene España su Constitución? Tiénela, sin duda; porque ¿qué otra cosa es una Constitución, que el conjunto de Leyes Fundamentales que fijan los derechos del Soberano y de los súbditos, y los medios saludables de preservar unos y otros? ¿Y quién duda que España tiene estas leyes y las conoce?'' 

Esto lo dice Jovellanos por el año 1811, el año de la Batalla de Las Piedras. Los autores de manuales leen este fragmento y dicen: ''¡Ah! Pero esta no es una idea de Constitución propiamente dicha!''. ''Es un enfoque 'preliberal', 'tradicionalista', etc.'' Una buena caracterización de esta clase de Constitución, consiste en llamarla ''histórica''. Bueno, si esta es ''histórica'', quiere decir que las otras son ''ahistóricas''. Habría que preguntarse qué es más democrático. Pero ¿qué quiere decir que la Constitución española era ''histórica''?. ¿Qué es lo que se oculta bajo esta etiqueta? 

La primera Carta Magna de Occidente es el Ordenamiento de las Cortes de León de 1188, 27 años anterior a la Carta Magna de Inglaterra (de 1215), que probablemente recoge fuentes incluso anteriores y se continúa en textos posteriores, como pueden ser los Fueros, Cartas pueblas, Cuadernos de Cortes y Partidas, hasta conformar una vasta legislación que estuvo vigente en América hasta 1850, y que constaba de 50.000 leyes. El Ordenamiento de Alcalá de 1348 estableció la jerarquía de estas fuentes jurídicas en el momento de ser aplicadas. Estableció mecanismos de participación democrática que se pueden remontar a los Fueros de León de 1017 (anteriores a los de Logroño y Vizcaya) a los Concejos abiertos o asambleas de vecinos (democracia directa) y los Concejos cerrados o Ayuntamientos (asambleas de magistrados, democracia representativa) de los siglos X a XV, sobre los que se fundaría luego la democracia municipal en América. Hasta el siglo XIII en España, estuvieron libres de cualquier intromisión regia. En 1287, el Privilegio de la Unión, de Aragón, estableció que "el Rey no puede sacar a nadie de sus jueces naturales" y reconoció al Justicia Mayor la calidad de un juez medio para decidir los conflictos entre los nobles y la Corona. Además, la Cortes debían reunirse anualmente en Zaragoza. Como garantía de lo pactado se dejó a los nobles la guarda de quince castillos. Todos los vecinos tenían derecho a ser juzgados por los Jueces municipales y según sus Fueros, o bien albedríos y fazañas, sentencias anteriores de jueces y alcaldes. Estos garantizaban la inviolabilidad del domicilio y eran elegidos en Concejo abierto. El Ordenamiento de las Cortes de León, de 1188, castigaba la delación sin pruebas, así como a los jueces y alcaldes que 'tomaran prendas' o que negaran 'maliciosamente' justicia a un querellante, en cuyo caso debían indemnizarlo. El Privilegio de la Unión de 1287, reconoció el derecho de resistencia a la opresión y el habeas corpus. 

No estamos planteando ninguna herejía. La primera Carta Magna de la historia ha tenido el reconocimiento de la UNESCO, organismo que ratificó a León como cuna del parlamentarismo moderno en lugar de Westminster (Inglaterra). Hoy 'Los Decreta de León', correspondientes al año 1188, están inscritos en el Registro Memoria del Mundo de la UNESCO como el testimonio documental más antiguo del sistema parlamentario europeo. En concreto, la UNESCO resalta que se trata de un corpus documental "cuyo origen se remonta a la España medieval". Los Decreta, según recuerda la UNESCO, "reflejan un modelo de gobierno y de administración original en el marco de las instituciones españolas medievales, en las que la plebe participa por primera vez, tomando decisiones del más alto nivel, junto con el rey, la iglesia y la nobleza, a través de representantes elegidos de pueblos y ciudades". Los propios historiadores británicos reconocen que la primera Carta de Occidente apareció en España. 

En lugar de resaltar estos valores, los autores de manuales nos hablan de España como una sociedad autoritaria, oscurantista, una ''tiranía'' que, no se sabe cómo, hacía llegar su largo brazo hasta regiones inaccesibles y esto sin presencia militar. Nos pintan a España como ''absolutista'', cuando el absolutismo fue excepcional en España, y en cambio, fue una constante en Francia. Nos pintan con mucho detalle el régimen de ''monopolio'' del comercio de España con América, cuando el régimen de monopolio fue la excepción en el comercio entre España y América, y en cambio fue una constante del régimen comercial entre Inglaterra y sus colonias. Régimen que acabó, por ejemplo, con la independencia y la prosperidad de la India, en plena fase de auge del ''liberalismo''. De nuevo, hay que saber distinguir entre la historia y la propaganda. Sin embargo, ¿de dónde viene esta decepción de ciertos sectores sociales americanos -y también europeos- con España? 

El motivo está expresado por el mismo Jovellanos:

''¿Hay algunas de estas leyes que el despotismo haya atacado y destruido?. Restablézcanse. ¿Faltan algunas medidas saludables para asegurar la observancia de todas? Establézcanse. Nuestra Constitución entonces se hallará hecha, y merecerá ser admirada de todos los pueblos de la Tierra que amen la justicia, el orden, el sosiego público, y la verdadera libertad que no pueden existir sin ella''. 

Este párrafo de Jovellanos describe muy bien lo que había ocurrido desde el siglo XVI. El movimiento juntista no era el primer movimiento hispano basado en el principio de ''libre determinación de los pueblos'' aunque no fuera ese el lenguaje de la época. Los autores de entonces hablaban más bien de ''retroversión de la soberanía o señoría'' y de ''soberanía particular de los pueblos''. 

Los autores de manuales jamás explican estas ideas -perfectamente estructuradas y desarrolladas-, que además salpican todos los documentos de la época. El 18 de mayo de 1811, el Coronel José Artigas derrotó al Capitán José Posadas. Muy bien: ¿quién era Artigas? ¿Quién era Posadas? ¿Qué defendía Artigas? ¿Qué defendía Posadas? 

En enero de 1813, el ''pueblo oriental en armas'' envió al señor Tomás García de Zúñiga -que era un poderoso hacendado de la Banda Oriental- como representante o comisionado ante el Gobierno de Buenos Aires con Instrucciones -como se estilaba en la época- para dar a conocer cuáles eran las reivindicaciones -el programa político- de la gente de este lado del Río de la Plata ante la gente del otro lado del Río de la Plata. Y la Octava de esas Instrucciones dice: 

''La soberanía particular de los pueblos será precisamente declarada y ostentada como el objeto único de nuestra revolución''. 

No me canso de reproducir esta auténtica declaración, este verdadero manifiesto, que contiene en sí mismo todo un programa. A saber: 

 1. Que el proceso en curso -por lo menos hacia enero de 1813- es una revolución. 

 2. Que esta revolución tiene un objeto único -y por lo tanto no deberíamos atribuirle otras metas, objetivos o fines-, a saber: ''la soberanía particular de los pueblos''. Esto significa que ''el pueblo oriental en armas'' rechaza expresamente ''la soberanía general del Pueblo'', la fraseología que aparece en la Constitución de EEUU. Lo hace expresamente y a conciencia. 

 3. Estos conceptos serán ''precisamente declarados y ostentados'', es decir, deberán aparecer en todas las declaraciones y documentos políticos. Mucha gente en la Banda Oriental y en Buenos Aires leía esto y decía: ''¡Pero si es el programa político de la anarquía!''. Y es que no se precisa llegar a fines del siglo XIX, para encontrarnos en Hispano-América con anarquistas, aunque a este mote lo puso el adversario, ya en 1811, y los verdaderos anarquistas, los españoles de mediados del siglo XIX, lo asumieron y lo resignificaron. 

Pero cuando el lector ya está a punto de concluir que la Revolución Oriental de 1811 fue una Revolución anarquista, entonces, queda igualmente sorprendido por una afirmación que aparece en un discurso de José Artigas, dicho en el contexto del Congreso de Abril de 1813, y es la siguiente: 

''Esto ni por asomo se parece a una separación nacional''

El pueblo oriental ''en armas'' no era separatista. ''Ni por asomo''. Si la Revolución Oriental hubiese sido anarquista, lo que se dice anarquista, hubiese sido enemiga del Estado. Si la Revolución Oriental hubiese sido separatista, o nacionalista, se habría propuesto fundar un nuevo Estado-Nación, es decir, Uruguay. Pero esa no fue la idea. Los documentos de 1811-1820, nos dicen cuál era el alcance del verdadero Estado-Nación. 

En la Proclama de Mercedes, del 11 de abril de 1811, donde Artigas convoca a los paisanos a sumarse a la Revolución Oriental iniciada por Pedro Viera y Venancio Benavídez en Mercedes y Soriano el 28 de febrero de 1811 (Grito de Asencio), dice: 

 ''...los americanos del Sur están dispuestos a defender su patria...'' 

A esta declaración la vemos también en San Martín, en Belgrano, en Bolívar, y en Mariano Antonio Molas, durante su intervención durante el Congreso General de Paraguay de junio de 1811. La patria siempre es la Patria Grande, América del Sur, y más, pero

''Cada pueblo […] se considera en cierto modo participante del atributo de la soberanía, y aún los Ministros públicos han menester su consentimiento, o libre conformidad para el ejercicio de sus facultades […] reasumiendo los Pueblos sus Derechos primitivos se hallan todos en igual caso […] igualmente corresponde a todos velar sobre su propia conservación […]''

Lo que tenemos ahí es la doctrina de la ''soberanía particular de los pueblos'', -que las Instrucciones de enero de 1813, dadas a Tomás García de Zúñiga, prometen ''declarar y ostentar''-, desarrollada en un texto de origen paraguayo. Y esto significa que el alcance de la doctrina era, por lo menos, suramericano. Pero hilando un poquito más fino se descubre que no solo era suramericano, sino español, es decir, español peninsular. 

En España, el movimiento juntista se inició el 9 de mayo de 1808 en Oviedo, Asturias, porque allí residía la Junta General del Principado, la institución más tradicional. Los hechos que se desarrollaron a continuación se parecen asombrosamente a los de América, y tienen un ''aire'' claramente revolucionario. Son, sin embargo, de naturaleza puramente tradicional, pero aquí ''tradicional'' no tiene en absoluto sentido peyorativo. 

Como escribió una vez Miguel de Unamuno, con profundo sentido de la lógica y de la belleza: 

''Si no tuviera significación viva lo de ciencia y arte españoles, no calentarían esas ideas a ningún espíritu; no hubieran muerto hombres, hombres vivos, peleando por lo castizo. 

''Pero mientras no nos formemos un concepto vivo, fecundo, de la tradición, será de desviación todo paso que demos hacia adelante del casticismo. 

''Tradición, de tradere, equivale a 'entrega'; es lo que pasa de uno a otro, trans, un concepto hermano de los de trasmisión, traslado, traspaso. Pero lo que pasa queda, porque hay algo que sirve de sustento al perpetuo flujo de las cosas''. 

Uno lee este fragmento de Unamuno y se da cuenta de que tiene musicalidad. Una musicalidad, justamente, que es la producida por las aguas del río de la tradición. Y en la tradición castiza, esa por la cual murieron tantos hombres vivos, estaban contemplados los pasos que se tomaron en 1808. 

Así, el pueblo de Oviedo, -la ciudad más tradicional del Reino, sede del Principado-, una vez tomado el edificio de la Real Audiencia, reemplazó a esta por la Junta, y se dio un ''Plan Orgánico'', formando, entre otras cosas, un ejército popular, como resultado del asalto de la fábrica de armas, debidamente repartidas entre los Vecinos (título español equivalente al de Ciudadano) y al grito de ''¡A las armas!''; de allí lo de ''pueblo en armas''. No eran aquellos tiempos de ''Gran Hermano'', y los pueblos conservaban, intacto, su espíritu soberano, su amor a la libertad. 

El día 25 de mayo, la Junta de Oviedo se declaró ''Suprema'', por ser Asturias, como queda dicho, Principado, y depositaria de la soberanía de la Nación, en el entendido de que la Monarquía Española era de origen usufructuario, una idea que ya a principios del siglo XVII, Francisco Suárez había desarrollado con todo detalle teórico. La Junta de Buenos Aires siguió sus pasos; se constituyó un 25 de mayo de 1810; formó un ejército popular, y asumió, dada la capitalidad del Virreinato, la representación de la Nación en el Río de la Plata, igual que entre 1717 y 1735, lo habían hecho los Comuneros de Asunción.

Después de Oviedo, la Junta de Galicia publicó que había ''reasumido en sí la soberanía [...] habiéndose declarado independiente [...] del gobierno de Madrid''. La de Murcia, que ''el pueblo reasume la soberanía''. Fórmulas que se propagaron por España y América. La Junta de Oviedo se constituyó en modelo para todas las demás Juntas, algunas consideradas Locales y otras Supremas, según su alcance, incluyendo la de Sevilla (27 de mayo de 1808), donde el 25 de septiembre se constituyó una Junta Suprema Central Gubernativa de España e Indias con diversas secciones de gobierno, en la que estuvieron representadas todas las provincias. 

Fue esta Junta Suprema fue la que confirmó que ''las Indias no son colonias''. En la práctica, las Juntas sustituyeron a la antigua Administración tanto en España como en América: esto convirtió claramente al movimiento patriótico en Revolución Hispánica, como la llamó, en 1933, el historiador uruguayo Felipe Ferreiro. Con la salvedad de que en aquellas ciudades en que la gente esta conforme con sus gobernantes, estos se mantuvieron. La Revolución alcanzó a todos aquellos que eran sospechosos de colaborar con el francés, como en Oviedo, donde los magistrados se prestaron para publicar el Bando de Murat, que la gente echó al fuego. Además, la Guerra de Independencia se hizo popular y apareció un fenómeno propio de las revoluciones modernas: los guerrilleros de la Independencia, de donde surgieron, en España, figuras como Espoz y Mina o Juan Martín el Empecinado. La Guerra favoreció también, la participación de militares profesionales hispanoamericanos. El 19 de julio de 1808, en Bailén, cerca de Jaén, un joven Capitán rioplatense, José de San Martín, derrotó al ejército francés, movilizado con el objetivo de ocupar Andalucía. Fue la primera derrota que sufrieron los franceses. 

Este complejo proceso planteaba, como mínimo, problemas de representación, de legitimidad, y de legalidad, además de que la formación de ejércitos populares colocaba a la región ante la eventualidad de una guerra civil. Dependía de cómo se dieran los hechos. Fue en este contexto que la Banda Oriental y Paraguay desarroliaron la tesis de la ''soberanía particular de los pueblos'', es decir, el máximo de autonomía pero preservando la unidad de la patria. Esto se lograría mediante una Confederación. En realidad, la idea no era completamente nueva. A la Monarquía Española, una Monarquía Usufructuaria, se la podía entender también, como Monarquía Federal. La expresión ''Pacto Federal'', es decir, Foedus Pactum, data por lo menos de 1291, pero se puede remontar a la antigua Roma. 

El debate sobre la posibilidad de reorganizar la Monarquía Hispánica como una Confederación apareció en un intercambio epistolar entre la Junta de Paraguay y la Junta Gubernativa de Buenos Aires, el 20 de julio de 1811, en el momento en que esta asumía, por su capitalidad, la representación del Virreinato. El interés del texto radica en la explicación que propone acerca de cómo se concilian la idea de ’’soberanía de la Nación’’ con la idea de ’’soberanía particular de los pueblos’’, que el 24 de septiembre de 1810, habían quedado enfrentadas en Cádiz: 

''No es dudable que abolida o deshecha la representación del poder Supremo, recae este o queda refundido naturalmente en toda la Nación. Cada pueblo entonces se considera en cierto modo participante del atributo de la soberanía, y aún los Ministros públicos han menester su consentimiento, o libre conformidad para el ejercicio de sus facultades […] reasumiendo los Pueblos sus Derechos primitivos se hallan todos en igual caso […] igualmente corresponde a todos velar sobre su propia conservación […]''

A partir de esta definición, la Junta del Paraguay fundamenta por qué cree que es necesario formar una Confederación: 

''La Confederación de esta provincia [Paraguay] con las demás de nuestra América y principalmente las que comprendieron la demarcación del antiguo Virreinato debía ser de un interés más inmediato, más asequible y por lo mismo más natural como de pueblos no solo de un mismo origen, sino que por enlace de particulares recíprocos intereses parecen destinados por la naturaleza misma a vivir y a conservarse unidos [...] La provincia del Paraguay manifiesta su voluntad decidida de unirse con esa ciudad [Buenos Aires] y demás confederadas, para formar una sociedad fundada en principios de justicia, de equidad y de igualdad''. 

Pero existe un documento que prueba que este proyecto era conocido en el Río de la Plata antes de que se editara en español la obra de Thomas Paine, la cual, considerando la distancia entre Filadelfia y los puertos del Plata, de ninguna manera podía haber llegado antes de julio de 1811. Un comentario del Secretario de la Junta de Mayo, Mariano Moreno, publicado en la Gaceta de Buenos Aires el 8 de noviembre de 1810, dice lo siguiente: 

''Oigo hablar generalmente de un gobierno federaticio, como el más conveniente a las circunstancias y estado de nuestras provincias; pero temo que se ignore el verdadero carácter de ese gobierno y que se pida sin discernimiento una cosa que se reputaría inverificable después de conocida''. 

Es decir que la idea de un ''gobierno federaticio'' ya era popular en el Río de la Plata, nueve meses antes de que hubiera podido llegar el libro de Paine, traducido por el venezolano Manuel García de Sena. 

Continuará