Hejal de la Sinagoga del Tránsito, en Toledo. Fuente: Wikipedia. |
España y Portugal en el imaginario hebreo-israelita, desde Éber hasta Salomón
En los años 70 y 135 d.C., con motivo de la destrucción del Segundo Templo, de la ciudad de Jerusalén, y el exilio voluntario o forzoso de la mayoría de sus miembros, los judíos se establecen en Italia. Desde allí, emigrarán, lentamente, siguiendo dos direcciones: una rama de la familia judía se dirige al Este y al Norte de Europa, estableciéndose en países como Polonia, Ucrania y Rusia, pero también Irán y China; ellos serán con el tiempo, los ashkenazis. Otra rama se dirige a Europa Occidental, y sobre todo a Portugal y España; de esta rama de la familia judía surge el pueblo sefardita.
Pero hay evidencias de que el interés del pueblo judío por España y Portugal es anterior a estas fechas. En primer lugar no podemos pasar por alto la semejanza, -desde el punto de vista fonético- entre el nombre epónimo Éber o Heber, y el nombre del río Ebro, derivado de Íber (río), motivo por el cual Iberia -el nombre griego de la Península ibérica- es ''la tierra de los ríos''. De Iberia deriva Iberoamérica.
Así como Éber es el nombre del más lejano antepasado de los hebreos, y al mismo tiempo, el nombre de un territorio; Íber es palabra raíz para el nombre de un pueblo y de un territorio en España. Pero la semejanza fonética entre los dos nombres podría ser más que una coincidencia. Según Francisco Fernández y González (1), los íberos habrían sido un pueblo de origen camita, llegado del Norte de África, y emparentado con los bereberes, pueblo de origen afroasiático, que habla las lenguas del tronco amazigh, emparentado a su vez con los moros, que ocuparon España durante la Edad Media, y con los guanches de las Islas Canarias.
El origen de estos pueblos tendríamos que buscarlo en el Norte de África, hace 8.000 años, y sus más antiguos vestigios pueden hallarse en Tassili n'Ajjer, en Argelia. Y aunque se supone que berebere deriva del griego ''bárbaro'', es tentador pensar que este nombre puede contener la misma raíz que los anteriores.
La importancia de la civilización de El Tassili es mayor de lo que se supone:
Estos hombres con turbante, que hace 8.000 años domesticaban camellos, ovejas, cabras, vacas y toros, que además sabían navegar, serían los antepasados de los pueblos que la Biblia supone descendientes de Noé, la generación humana posterior al Diluvio: semitas, camitas, jafetitas.
En la Biblia también aparece un personaje sobre el que mucho se ha especulado; Tubal. Es un descendiente de Caín y de Jafet, que representa el progreso técnico, especialmente en el campo de la metalurgia. Se lo relaciona con una tribu oriental, en asirio Tabal y en griego Tibarenoi. En la Biblia, así como en otras tradiciones mesopotámicas, la tribu de Tubal -pueblo de guerreros y orfebres- siempre aparece relacionada con Asia Menor. Además, la Biblia los vincula con los cimerios y escitas.
En el año 600 d.C. el Obispo Isidoro de Sevilla planteó la hipótesis de que los pueblos ibéricos, vascos e itálicos serían descendientes de Tubal. Desde el punto de vista de la arqueología, no hay dudas sobre el desarrollo de ricas tradiciones metalúrgicas entre los íberos y tirrenos.
Se considera que a los íberos se les debe la difusión de la ''cultura de Almería'', -que introdujo la cultura del bronce- de cuyos iniciadores serían los descendientes (2). Ocupaban el Este de la Península, la actual Andalucía, e incluso el Sur de las Galias. Habrían dado origen a la legendaria Tartessos, y utilizado, para extender la industria del bronce, la facilidad que les daba el disponer de minas de cobre en abundancia, así como la proximidad de las Islas Británicas, de las que habrían recibido, por trueque, el estaño que permite la aleación. Se les debe también la fabricación de armas con ese metal y la creación de los vasos campaniformes, en bronce y cerámica, que distinguieron la región.
Autores antiguos como Polibio, mencionan, junto a los íberos, a los vascos, como pueblos pre-romanos de España. Los romanos los confundían con los cántabros, con quienes convivían. Los celtas, de origen indoeuropeo, penetraron por los Pirineos. Se los vincula con la difusión de la metalurgia del hierro.
Como resultado de la convivencia, las culturas íberas y celtas tendían a fundirse en una cultura común celtíbera. Ejemplos de esta cultura de síntesis los tenemos en los casos de ciudades como Sagunto y Numancia.
Tartessos (¿o Tarsis?, 1200-500 a.C.) es lo más parecido a un gran emporio mercantil propio de la Península. Durante siglos, se dudó de su existencia, hasta que los estudios del historiador alemán Adolf Shulten (1870-1960), publicados en la Revista de Occidente, dirigida por Ortega y Gasset, permitieron reunir algunas evidencias a favor de esta (3).
Según Shulten, los pueblos celtíberos de la Península carecían de grandes aglomeraciones urbanas, pero no de centros comerciales entendidos como lugares de encuentro, a manera de ferias, a los que con el tiempo se agregaron templos y murallas defensivas. Su zona de influencia se habría extendido por la Andalucía actual, llegando hasta el centro de la Península, donde habría dado origen a la cultura Toledo.
En el año 1958, un albañil de Medina Sidonia, llamado Alonso Hinojos del Pino, halló, a tres kilómetros de Sevilla, el célebre ''Tesoro del Carambolo'', conjunto de piezas de oro y cerámica de enorme valor arqueológico.
Los escritores antiguos dejaron algunas pistas sobre la existencia de Tartessos. Ellos nos hablan del reinado de Argantonio, entre los años 635 y 545 a. C., en cuya Corte hallaban amparo los mercaderes semitas. Según Heródoto, una nave de Thera, arrastrada por las tormentas, llegó más allá de las columnas de Hércules (hoy Gibraltar), hasta Tartessos (4). También los datos de Estrabón nos permitirían afirmar que el Tarsis de la Biblia podría haber sido la capital de un reino tarteso-ibérico destruido poco después del año 500 a.C.
Sin embargo, las dudas sobre Tartessos llegan a tal punto que se duda sobre si fue una ciudad íbera o fenicia, a semejanza de las factorías de Cádiz o Ibiza. Las últimas investigaciones estarían indicando que -al menos los restos encontrados hasta ahora- no pertenecen a una civilización indígena, sino a una implantación fenicia, coincidiendo con el testimonio del Profeta Isaías, que llama a Tarsis, ''la carga de Tiro'' (23, 1 y 6).
Pero estas conclusiones permiten confirmar la hipótesis de un contacto entre los pueblos del Mediterráneo Oriental y del Mediterráneo Occidental, a través de los fenicios, y esto quiere decir que la Península ibérica estaba presente en el imaginario y la realidad cotidiana de los pueblos de Oriente desde la más remota Antigüedad.
No cabe duda, al parecer, de los vínculos entre las naves de Tartessos y las de los fenicios al servicio del Rey Salomón. Según el Antiguo Testamento:
''Todos los vasos de beber del rey Salomón eran de oro, y todas las vasijas de la casa del bosque del Líbano eran de oro puro. A la plata no se le atribuía valor en los días de Salomón, porque el Rey tenía la flota que salía a la mar, a Tarsis, con la flota de Hiram; una vez cada tres años venía la flota de Tarsis y traía oro, plata, marfil, simios y pavos. Así el rey Salomón llegó a ser más grande que todos los reyes de la tierra en riqueza y sabiduría.…''(5).
''Y se alió con él [con Hiram] para hacer naves que fueran a Tarsis, y construyeron las naves en Ezión-Geber''. (6)
''Dobléguense ante él los moradores del desierto, y sus enemigos laman el polvo. Los reyes de Tarsis y de las islas traigan presentes; los reyes de Sabá y de Seba ofrezcan tributo; y póstrense ante él todos los reyes de la tierra ; sírvanle todas las naciones.…'' (7).
Parece entonces posible que en las naves fenicias al servicio de Salomón, es decir, entre los años 970 y 930 a.C., hace casi 3.000 años, hayan llegado a la Península ibérica, comerciantes israelitas que pudieron haber optado por establecerse allí mucho antes de la Diáspora. La Biblia incluso da a entender que aliado con el Rey fenicio Hiram, Salomón llegó a dominar a Tarsis, Saba y Seba como reinos tributarios. Habría existido en el milenio I a.C. una gran talasocracia o imperio marítimo-mercantil fenicio-israelita, y es muy posible que los comerciantes de sus factorías fuesen de origen mixto. Aunque no podemos determinar con exactitud la ubicación de Tarsis, es indudable que España quedaba comprendida dentro de la zona de influencia de dicha talasocracia.
Los fenicios suministraban a Egipto madera: el célebre cedro del Líbano, usado para las columnas del Templo del Rey Salomón. La madera de cedro también era preferida para las embarcaciones. Comerciaban también aromas, aceites, vinos y tejidos. Supieron fabricar la tintura púrpura que extraían del múrex con la cual se teñían las vestiduras reales e imperiales.
Además de Cádiz y otras colonias menores, los fenicios fundaron en la Península ibérica -a la que habrían llamado Hispania-, la factoría de Ebussus, actual Ibiza, fundada en el 644 a.C., en las Islas Baleares. Se comprende que lo hicieran por su buen clima, los excelentes puertos naturales de sus costas, y porque era, para sus naves, el lugar más cercano desde el mar hasta la Península (8).
Y ello reviste especial interés para nosotros, pues será en las Baleares donde la población judía se hará presente hasta la expulsión de quienes no quisieron abandonar su culto, en el siglo XV. Quedaron sucesores de muchas familias que aún viven allí y habrían de llegar a ser el origen de grupos familiares en Iberoamérica.
(1) FERNÁNDEZ Y GONZÁLEZ, Francisco: Voz ''España'', en Diccionario Enciclopédico Hispano Americano, Clinton, Editorial Jackson, s/f, Tomo I, pág. 115.
(2) VALDEAVELLANO, Luis, Historia de España Antigua y Medieval, Madrid, Alianza Editorial, Tomo I, página 10 y siguientes.
(3) SHULTEN, Adolf, ''Tartessos: contribución a la historia más antigua de Occidente'', Madrid, Revista de Occidente, 1924. Este trabajo se reeditó en versiones ampliadas y mejoradas, en 1945 y 2006.
(4) HERÓDOTO, Historias, Cap. IV, núm. 152.
(5) ANTIGUO TESTAMENTO, Crónicas II, 9:20-21.
(6) Crónicas II, 20:36
(7) Salmos 72:10.
(8) AYMARD Y AUBOYER, ''Occidente y la formación mediterránea'', en Historia General de las Civilizaciones, Editorial Destino, Barcelona, 1960, Tomo II, pág. 85 y ss.
Así como Éber es el nombre del más lejano antepasado de los hebreos, y al mismo tiempo, el nombre de un territorio; Íber es palabra raíz para el nombre de un pueblo y de un territorio en España. Pero la semejanza fonética entre los dos nombres podría ser más que una coincidencia. Según Francisco Fernández y González (1), los íberos habrían sido un pueblo de origen camita, llegado del Norte de África, y emparentado con los bereberes, pueblo de origen afroasiático, que habla las lenguas del tronco amazigh, emparentado a su vez con los moros, que ocuparon España durante la Edad Media, y con los guanches de las Islas Canarias.
El origen de estos pueblos tendríamos que buscarlo en el Norte de África, hace 8.000 años, y sus más antiguos vestigios pueden hallarse en Tassili n'Ajjer, en Argelia. Y aunque se supone que berebere deriva del griego ''bárbaro'', es tentador pensar que este nombre puede contener la misma raíz que los anteriores.
Arte rupestre de Tassili n'Ajjer que documenta la domesticación del camello, hace 8.000 años en el Norte de África. |
La importancia de la civilización de El Tassili es mayor de lo que se supone:
Estos hombres con turbante, que hace 8.000 años domesticaban camellos, ovejas, cabras, vacas y toros, que además sabían navegar, serían los antepasados de los pueblos que la Biblia supone descendientes de Noé, la generación humana posterior al Diluvio: semitas, camitas, jafetitas.
En la Biblia también aparece un personaje sobre el que mucho se ha especulado; Tubal. Es un descendiente de Caín y de Jafet, que representa el progreso técnico, especialmente en el campo de la metalurgia. Se lo relaciona con una tribu oriental, en asirio Tabal y en griego Tibarenoi. En la Biblia, así como en otras tradiciones mesopotámicas, la tribu de Tubal -pueblo de guerreros y orfebres- siempre aparece relacionada con Asia Menor. Además, la Biblia los vincula con los cimerios y escitas.
En el año 600 d.C. el Obispo Isidoro de Sevilla planteó la hipótesis de que los pueblos ibéricos, vascos e itálicos serían descendientes de Tubal. Desde el punto de vista de la arqueología, no hay dudas sobre el desarrollo de ricas tradiciones metalúrgicas entre los íberos y tirrenos.
Se considera que a los íberos se les debe la difusión de la ''cultura de Almería'', -que introdujo la cultura del bronce- de cuyos iniciadores serían los descendientes (2). Ocupaban el Este de la Península, la actual Andalucía, e incluso el Sur de las Galias. Habrían dado origen a la legendaria Tartessos, y utilizado, para extender la industria del bronce, la facilidad que les daba el disponer de minas de cobre en abundancia, así como la proximidad de las Islas Británicas, de las que habrían recibido, por trueque, el estaño que permite la aleación. Se les debe también la fabricación de armas con ese metal y la creación de los vasos campaniformes, en bronce y cerámica, que distinguieron la región.
Autores antiguos como Polibio, mencionan, junto a los íberos, a los vascos, como pueblos pre-romanos de España. Los romanos los confundían con los cántabros, con quienes convivían. Los celtas, de origen indoeuropeo, penetraron por los Pirineos. Se los vincula con la difusión de la metalurgia del hierro.
Como resultado de la convivencia, las culturas íberas y celtas tendían a fundirse en una cultura común celtíbera. Ejemplos de esta cultura de síntesis los tenemos en los casos de ciudades como Sagunto y Numancia.
Tartessos (¿o Tarsis?, 1200-500 a.C.) es lo más parecido a un gran emporio mercantil propio de la Península. Durante siglos, se dudó de su existencia, hasta que los estudios del historiador alemán Adolf Shulten (1870-1960), publicados en la Revista de Occidente, dirigida por Ortega y Gasset, permitieron reunir algunas evidencias a favor de esta (3).
Según Shulten, los pueblos celtíberos de la Península carecían de grandes aglomeraciones urbanas, pero no de centros comerciales entendidos como lugares de encuentro, a manera de ferias, a los que con el tiempo se agregaron templos y murallas defensivas. Su zona de influencia se habría extendido por la Andalucía actual, llegando hasta el centro de la Península, donde habría dado origen a la cultura Toledo.
En el año 1958, un albañil de Medina Sidonia, llamado Alonso Hinojos del Pino, halló, a tres kilómetros de Sevilla, el célebre ''Tesoro del Carambolo'', conjunto de piezas de oro y cerámica de enorme valor arqueológico.
Los escritores antiguos dejaron algunas pistas sobre la existencia de Tartessos. Ellos nos hablan del reinado de Argantonio, entre los años 635 y 545 a. C., en cuya Corte hallaban amparo los mercaderes semitas. Según Heródoto, una nave de Thera, arrastrada por las tormentas, llegó más allá de las columnas de Hércules (hoy Gibraltar), hasta Tartessos (4). También los datos de Estrabón nos permitirían afirmar que el Tarsis de la Biblia podría haber sido la capital de un reino tarteso-ibérico destruido poco después del año 500 a.C.
Sin embargo, las dudas sobre Tartessos llegan a tal punto que se duda sobre si fue una ciudad íbera o fenicia, a semejanza de las factorías de Cádiz o Ibiza. Las últimas investigaciones estarían indicando que -al menos los restos encontrados hasta ahora- no pertenecen a una civilización indígena, sino a una implantación fenicia, coincidiendo con el testimonio del Profeta Isaías, que llama a Tarsis, ''la carga de Tiro'' (23, 1 y 6).
Pero estas conclusiones permiten confirmar la hipótesis de un contacto entre los pueblos del Mediterráneo Oriental y del Mediterráneo Occidental, a través de los fenicios, y esto quiere decir que la Península ibérica estaba presente en el imaginario y la realidad cotidiana de los pueblos de Oriente desde la más remota Antigüedad.
Mapa de las rutas comerciales usadas por los fenicios. Fuente: Wikimedia. |
No cabe duda, al parecer, de los vínculos entre las naves de Tartessos y las de los fenicios al servicio del Rey Salomón. Según el Antiguo Testamento:
''Todos los vasos de beber del rey Salomón eran de oro, y todas las vasijas de la casa del bosque del Líbano eran de oro puro. A la plata no se le atribuía valor en los días de Salomón, porque el Rey tenía la flota que salía a la mar, a Tarsis, con la flota de Hiram; una vez cada tres años venía la flota de Tarsis y traía oro, plata, marfil, simios y pavos. Así el rey Salomón llegó a ser más grande que todos los reyes de la tierra en riqueza y sabiduría.…''(5).
''Y se alió con él [con Hiram] para hacer naves que fueran a Tarsis, y construyeron las naves en Ezión-Geber''. (6)
''Dobléguense ante él los moradores del desierto, y sus enemigos laman el polvo. Los reyes de Tarsis y de las islas traigan presentes; los reyes de Sabá y de Seba ofrezcan tributo; y póstrense ante él todos los reyes de la tierra ; sírvanle todas las naciones.…'' (7).
Parece entonces posible que en las naves fenicias al servicio de Salomón, es decir, entre los años 970 y 930 a.C., hace casi 3.000 años, hayan llegado a la Península ibérica, comerciantes israelitas que pudieron haber optado por establecerse allí mucho antes de la Diáspora. La Biblia incluso da a entender que aliado con el Rey fenicio Hiram, Salomón llegó a dominar a Tarsis, Saba y Seba como reinos tributarios. Habría existido en el milenio I a.C. una gran talasocracia o imperio marítimo-mercantil fenicio-israelita, y es muy posible que los comerciantes de sus factorías fuesen de origen mixto. Aunque no podemos determinar con exactitud la ubicación de Tarsis, es indudable que España quedaba comprendida dentro de la zona de influencia de dicha talasocracia.
Las rutas comerciales de Oriente bajo el reinado de Salomón en Israel Fuente: cristotuyyo.webcindario.com/lecciones_at/lecci%C3%B3n_13at.htm |
Los fenicios suministraban a Egipto madera: el célebre cedro del Líbano, usado para las columnas del Templo del Rey Salomón. La madera de cedro también era preferida para las embarcaciones. Comerciaban también aromas, aceites, vinos y tejidos. Supieron fabricar la tintura púrpura que extraían del múrex con la cual se teñían las vestiduras reales e imperiales.
Además de Cádiz y otras colonias menores, los fenicios fundaron en la Península ibérica -a la que habrían llamado Hispania-, la factoría de Ebussus, actual Ibiza, fundada en el 644 a.C., en las Islas Baleares. Se comprende que lo hicieran por su buen clima, los excelentes puertos naturales de sus costas, y porque era, para sus naves, el lugar más cercano desde el mar hasta la Península (8).
Talasocracia fenicio-israelita y sus competidores griegos. Fuente: Ayuntamiento de Umbrete. |
Y ello reviste especial interés para nosotros, pues será en las Baleares donde la población judía se hará presente hasta la expulsión de quienes no quisieron abandonar su culto, en el siglo XV. Quedaron sucesores de muchas familias que aún viven allí y habrían de llegar a ser el origen de grupos familiares en Iberoamérica.
(1) FERNÁNDEZ Y GONZÁLEZ, Francisco: Voz ''España'', en Diccionario Enciclopédico Hispano Americano, Clinton, Editorial Jackson, s/f, Tomo I, pág. 115.
(2) VALDEAVELLANO, Luis, Historia de España Antigua y Medieval, Madrid, Alianza Editorial, Tomo I, página 10 y siguientes.
(3) SHULTEN, Adolf, ''Tartessos: contribución a la historia más antigua de Occidente'', Madrid, Revista de Occidente, 1924. Este trabajo se reeditó en versiones ampliadas y mejoradas, en 1945 y 2006.
(4) HERÓDOTO, Historias, Cap. IV, núm. 152.
(5) ANTIGUO TESTAMENTO, Crónicas II, 9:20-21.
(6) Crónicas II, 20:36
(7) Salmos 72:10.
(8) AYMARD Y AUBOYER, ''Occidente y la formación mediterránea'', en Historia General de las Civilizaciones, Editorial Destino, Barcelona, 1960, Tomo II, pág. 85 y ss.
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