Quina. Ilustración de Koehler, 1897. |
Quina: Un hallazgo de la farmacología hispano-americana que revolucionó la medicina internacional durante 300 años. Con una reflexión crítica acerca del impacto epidemiológico real de la presencia española en América. A propósito del Día Mundial de la Salud. Parte 1.
El árbol de la quina es una de las tantas plantas medicinales cuyas propiedades fueron descubiertas por los indios americanos. En nuestro propio siglo, los grandes laboratorios continúan beneficiándose de la experiencia milenaria de estas comunidades, cuyo invalorable aporte a la humanidad y a la ciencia no es conocido ni reconocido.
Sin embargo, el momento mismo del hallazgo, coincide con la presencia española en América. De acuerdo con los datos de que disponemos, el autor del descubrimiento habría sido un indio de Loja, Perú, llamado Pedro de Leyva, a principios del siglo XVII. El contexto del descubrimiento es, por un lado, el clima de estímulo que recibe el estudio de las hierbas medicinales por parte de los indios, al entrar en contacto con los conocimientos de farmacología y medicina de origen europeo; y por otro, la necesidad de contar con un fármaco que permitiera afrontar las fiebres tropicales a medida que la población se extendía y ocupaba nuevos nichos ecológicos, lo que la hacía vulnerable a dichas fiebres.
Un caso de estímulo a la herbología americana como resultado del contacto con la ciencia europea del Renacimiento es el Tratado conocido como Códice De La Cruz-Badiano, escrito por el médico azteca bautizado como Martín de la Cruz, originario de Tlatelolco y asociado al Colegio de la Santa Cruz de Tlatelolco, primera institución de educación pre-universitaria en América, fundada por los franciscanos en 1533. Este contacto le permitió a Martín de la Cruz, formarse, enseñar, investigar, escribir, y finalmente, publicar en latín -para conocimiento de la comunidad científica internacional- su Tratado, que humildemente tituló Libellus de Medicinalibus Indorum Herbis, el cual vio la luz en el año 1552, y cuyo traductor fue Juan Badiano.
Libellus de Medicinalibus Indorum Herbis (''Folleto sobre las hierbas curativas indígenas'') describe las propiedades medicinales de las plantas mexicanas y funda la fitomedicina mexicana moderna.
Alrededor de medio siglo más tarde, Pedro de Leyva, Cacique de Malacatos, observa en Loja, Perú, que al beber el agua que había estado en contacto con las raíces del árbol conocido como quino, las personas que padecen fiebres tropicales experimentan una sensible mejoría.
Familia de ''mestizos'' un término impreciso que muchas veces incluía a los
indios hispanizados, como Martín de la Cruz o Pedro de Leyva.
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Es el descubrimiento de la quina, que habrá de revolucionar la farmacología y la medicina internacional hasta fines del siglo XIX, y será el único tratamiento conocido contra ciertas fiebres tropicales hasta fines del siglo XX.
''Los jesuitas guardaron por años el secreto -nos dice el cronista peruano Ricardo Palma- y a ellos acudía todo el que era atacado de [fiebres] tercianas [...] Se dice que al principio encontró el uso de la quina fuerte oposición en Europa, y que en Salamanca se sostuvo que caía en pecado mortal el médico que la recetaba, pues sus virtudes eran debidas a pacto de los peruanos con el diablo''. Ricardo Palma, Tradiciones Peruanas, 1872.
La quina es la corteza del tronco y ramas del quino y otros árboles de los que se extrae la quinina, un polvo blanco amargo que tiene propiedades febrífugas y antisépticas. Quino es el nombre de varias especies del género Cinchona que se encuentran en los Andes, en Java y en la India. Existen diversos tipos de quina, entre ellos, tenemos la de Loja, lugar donde se descubrió. Entre los siglos XVII y XIX fue el fármaco más recetado por los médicos.
Es posible que el descubrimiento de Pedro de Leyva tuviera antecedentes en observaciones anteriores. Por ejemplo, en 1539, la expedición de Gonzalo Pizarro, luego de atravesar los Andes, informa que ha logrado curar a los enfermos de fiebres usando medicamentos indígenas desconocidos, al bajar por los ríos Napo y Coa hasta la confluencia con el Gran Marañón.
En 1559, el Virrey del Perú Andrés Hurtado de Mendoza envió a Pedro Orfúa hasta ese lugar del Marañón para poder verificar dicha información. Orfúa encontró que en la región abundaban los quinos, pero no llegó a saber qué es la quina. El tema permanece en la sombra hasta que, hacia 1600, Pedro de Leyva se convierte en la primera persona en establecer una relación causal entre las propiedades febrífugas del agua que ha estado en contacto con las raíces del quino y la corteza de este árbol.
Con posterioridad a estos hechos, se produce un incidente que unas fuentes sitúan en 1631 y otras en 1638. La primera versión dice que en 1631, siendo Virrey del Perú el Conde de Chinchón Don Luis Jerónimo Fernández de Cabrera Bobadilla y Mendoza, las fiebres tercianas se habían vuelto endémicas en el valle del Rímac. En esas circunstancias enferma su esposa, Doña Francisca Henríquez de Rivera, Condesa de Chinchón. Una segunda versión, difundida por el cronista peruano Ricardo Palma dice que estos acontecimientos habrían tenido lugar en 1638, cuando el Corregidor de Loja, Juan López de Cañizares le comunicó el secreto que a su vez le había sido trasmitido por el Cacique de Malacatos, localidad próxima a Loja, y le remitió un paquete del medicamento.
Antes de suministrar a su esposa enferma el medicamento, habría ordenado el Virrey a su médico Juan de Vega, que lo ensayara en los enfermos del hospital de Lima, lo que se hizo con éxito, y más tarde en la Condesa, con muy buenos resultados.
''Entonces esta señora, en señal de agradecimiento, comenzó a propagar el uso de las cortezas de quina, repartiéndolas en abundancia entre los pobres atacados de calenturas, siendo tal la popularidad que alcanzó este medicamento, que se conoció en el país con el nombre de 'polvos de la Condesa', y llegando su fama hasta la Península, adonde fueron enviados, se usaron en Alcalá de Henares en 1639''. Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano, Tomo XVII, Barcelona/Nueva York, Ed. Jackson, s/d.
Continuará.
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