La pregunta por la democracia no debería plantearse solo para Venezuela. Sin embargo, el foco está puesto allí, con perjuicio para otros países, que probablemente tengan los mismos problemas que Venezuela, y sin embargo quedan en la sombra.
Pero la pregunta por la democracia tampoco puede plantearse en abstracto. Esto ya lo sabían los griegos que fueron uno -si bien no el único- pueblo que hizo aportes teóricos y prácticos sobre el tema. Lo primero que nos dice Aristóteles en su Política es que, a semejanza de mi casa y las casas de mis vecinos, no todas las ciudades se gobiernan de la misma manera, aunque todas tiendan a un fin supremo: el bien común. ¿De qué dependen estas diferencias? Por un lado dependen de una historia, de unas necesidades concretas de supervivencia, que son existenciales, materiales, y que solo pueden resolverse en comunidad, pero además, de unos valores:
''Sin virtud, el hombre es el más impío y feroz de los seres, y el peor, por su lascivia y voracidad''. (Política, II, 16).
En una palabra, que no se puede abordar un análisis mínimo serio sobre cuestiones políticas fuera de un marco histórico, social y cultural. El hombre es ''naturalmente'' un ser sociable, lo cual significa que la convivencia política no es posible fuera de la racionalidad y el diálogo. Las armas -en sentido amplio- son un obstáculo para el ejercicio de la política si, en lugar de controlar las virtudes políticas a las armas, las armas determinan las virtudes políticas:
''Sin ley y sin justicia el hombre es el peor de todos los animales. La injusticia más perniciosa es la que tiene armas, pero el hombre nace provisto de armas que pone al servicio de la prudencia y la virtud, aunque pueda utilizarlas para las cosas más opuestas''. (Ibídem).
Para Platón y Sócrates, la racionalidad y el diálogo son condiciones que hacen posible -y que deben orientarse- a la realización de un valor supremo de la política: la justicia. Su obra conjunta, La República, fue pensada a partir de una pregunta genérica, ''¿Cómo debemos vivir la vida para que sea buena y provechosa?'' y luego de una pregunta más concreta: ''¿Cómo debemos vivir la política para que sea buena y provechosa?''.
La respuesta de Sócrates-Platón, obtenida a partir del diálogo creativo y pedagógico, o mayéutica, es: con justicia. Pero como La República -a diferencia de nuestros estudios actuales- no está escrita bajo la forma de un monólogo, sino de un diálogo, la primera cosa que salta a la vista como un valor de la vida y de la política griega, anterior, incluso a la justicia, es el pluralismo, la multiplicidad o pluralidad de puntos de vista sobre un mismo tema. Y esto supone un valor todavía anterior, la tolerancia, pero no la tolerancia pasiva, que consiste en ''aguantar'' al otro, sino la tolerancia activa, que supone la curiosidad por conocer el punto de vista del otro, de manera que la ''verdad'' surja del encuentro de saberes y opiniones, aunque no de cualquier clase de encuentro, sino de uno racional y metódico:
''Lo que digo no lo digo como hombre sabedor, sino buscando junto con vosotros''. (Platón).
Lo cual, a su vez, supone arriesgarse a experimentar el espíritu crítico, que consiste en poner en crisis -palabra griega- ciertos fundamentos tradicionales -pero no tan buenos, justos, ni racionales- a los que venimos aferrándonos como si fueran ''naturales''.
Escribo esto, porque los hispanos, o los ibéricos, o los latinos, o como se nos quiera llamar, tenemos -dijera José Enrique Rodó, en 1900- una tradición que respetar y honrar. Nuestra civilización es -en parte- de origen greco-latino, quizá en mayor medida que cualquier otra. Las reflexiones que se hicieron hace ya 2.500 años, no son un ''barniz'' de ''cultura general'' para pasar un examen o decorar una monografía. Son nuestra vida y raíz misma que tenemos que fortalecer de una generación a otra, porque cuando una civilización parte de tradiciones tan ricas y antiguas como es el caso de la nuestra, es muy fácil que haya olvido o deterioro por falta de práctica, de reflexión, de uso, de fallas en el sistema social, o de fallas en el sistema educativo. Y no es posible reinventar todos los días la cultura política de cero, ya que estaríamos retrocediendo a cada momento al estado pre-político de la injusticia y la violencia. Toda persona que nace dentro de nuestra comunidad tiene el derecho y el deber de conocer en profundidad estas tradiciones greco-latinas.
Lo importante es que ya hace 2.500 años se sabía que la vida política no es posible fuera de una cultura política; que por lo tanto la democracia no es posible fuera de una cultura democrática. Hay muchos países en el mundo que, formalmente, tienen sistemas democráticos. ¿Qué tan avanzada se encuentra allí la cultura democrática? No podemos contestar ahora a esta pregunta, le tenemos que dedicar otra nota. Pero sin ser tan ambiciosos, Sócrates, Platón y Aristóteles, se preguntaban ¿qué tan avanzada se encuentra entre nosotros la cultura política? ¿podremos investigar más, y llegar a saber más?
Espero haber hecho algún aporte de utilidad a la construcción de nuestra Patria común
Mónica Nicoliello
Continuará...
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