miércoles, 9 de abril de 2014

Quina: Un hallazgo de la farmacología hispano-americana que revolucionó la medicina internacional durante 300 años. Difusión y estudios. (Parte 2).

El árbol de la quina en el escudo
de Perú. Fuente: Wikimedia.
Quina: Un hallazgo de la farmacología hispano-americana que revolucionó la medicina internacional durante 300 años. Difusión y estudios. (Parte 2).


Como vimos en la nota anterior, la relación causal entre las propiedades febrífugas y antisépticas del agua que ha estado en contacto con las raíces del quino o árbol de la quina, y la corteza de este árbol, fue establecida por primera vez por Pedro de Leyva, hacia 1600. Para 1630-1640 ya se fabricaba polvo de corteza que se conocía como ''polvos de la Condesa'', por la promoción que la Condesa de Chinchón, esposa del Virrey del Perú, hizo de dicho fármaco, de uso experimental en el Hospital de Lima. 




En 1640, los jesuitas introdujeron la quina en las Misiones indígenas de Perú: los jevaros, maynas y cocanas, figuran entre los primeros pueblos del mundo que se beneficiaron con su uso. El misionero Samuel Jarriz se hizo famoso por difundir el uso de la quina entre los omaguas, yurinunagas, aifuares, muniches, otaves, roamainas, gaes y otros. Por esta razón también se conoció al polvo de corteza de quino como ''polvo de los jesuitas'', una orden religiosa que se especializó en el estudio de la herbología americana. Uno de los primeros jesuitas en fijarse en el medicamento fue Bernabé Cobo, hacia 1638.

Con la difusión de la quina también comenzó, en los años 1630, su comercio internacional. En Francia se conoció en 1649, cuando el Procurador General de la Orden de los Jesuitas se lo recomendó al Cardenal Mazarino, quien sanaría con ella a Luis XIV. De Francia pasó a Italia y Bélgica, y de allí a Inglaterra, donde fue comercializada por primera vez por James Thomson. En 1660, ya se utilizaba con frecuencia en Londres, donde el médico Robert Talbor se hizo famoso por suministrarla a sus pacientes.

La historia de la humanidad hubiera sido diferente sin la quina, que permitió superar el obstáculo que representaban las fiebres tropicales para el establecimiento de comunidades en la zona tórrida. Explica el éxito que tuvo la colonización indohispana en toda América y la recuperación de la población indígena en el siglo XVIII. Permitió asimismo a la población europea, africana y asiática, introducirse en regiones que hasta entonces resultaban inaccesibles. Hizo posible, en una palabra, la difusión de la especie humana por la totalidad del globo terráqueo. Por esta razón, Felipe V de España (1700-1746) propuso que una expedición científica pasara a América con la finalidad de hacer estudios del quino y de la quina en profundidad.

La expedición de Jorge Juan y Santacilia (1713-1773), y Antonio de Ulloa y de la Torre-Giralt (1716-1795) es conocida por su Misión Geodésica a la Real Audiencia de Quito, durante la cual se encargó de medir, entre 1736 y 1744, las dimensiones reales de la Tierra y establecer su forma. El desafío incluía la tarea de realizar triangulaciones geodésicas en condiciones difíciles como ciénagas y cumbres montañosas. Al mismo tiempo, se realizaron observaciones botánicas.

A la expedición planeada inicialmente por Felipe V se sumaron también los franceses La Condamine, Bourgier y Godin, de la Academia de París. Esta Comisión redactó un artículo sobre la quina dentro del Informe General. La Condamine descubrió y dibujó algunos tipos de quina en su Memoria del árbol de la quina, y Joseph de Jusien, que lo acompañaba, halló una nueva especie de quino. En 1742, el naturalista sueco Carlos Linneo, sistematizando esta información, estableció el género al que pertenecían las diversas especies de quino, que llamó Cinchona, como homenaje a la Condesa de Chinchón. 




Continuará

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