España, Portugal y Andorra, países miembros de la Conferencia Iberoamericana, ¿deberían formar parte de la Unión Europea (UE), o de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC)? ¿O de ambas? ¿O habría que repensarlas?
Con el ascenso de China a primera potencia mundial, hecho que se producirá en el correr de este año, es decir, antes de lo previsto; el ascenso de América Latina al rango de tercera potencia mundial ya confirmado en 2013; el fortalecimiento de los vínculos entre América Latina, Europa, Asia y África, gracias a una serie de tratados internacionales; la formación de la Unión Euroasiática, y sobre todo, el declive de los grandes imperios anglosajones, como el Reino Unido y Estados Unidos, -lo que le dará un enorme respiro a la humanidad, sobre todo desde el punto de vista financiero y militar- parece resurgir un escenario, multipolar por un lado; ecuménico por otro; capaz de armonizar, y al mismo tiempo existir de forma que las regiones conserven su soberanía e independencia.
En ese escenario, más allá de lo que durante siglos haya podido decir la propaganda anglófila y antihispana, América existió como una región con vida propia, integrada armoniosamente con Asia a través del Pacífico, (las ''Indias'') y con una amplia región de la Europa hispana, -que abarca mucho más que la Península ibérica-, a través del Atlántico; mientras consolidaba con África, no solo con la zona bantú, sino con amplias regiones del África árabe y bereber -a diferencia de lo que dicen los manuales- unos vínculos que existían desde la Edad Media por lo menos. Y con Oceanía y la Antártida, donde españoles y portugueses descubrieron Australia, el Mar de Torres y el Mar de Hoces, ya en los años 1520, siguiendo, en parte, rutas indígenas prehistóricas.
Dicho escenario no desapareció nunca en realidad. Lo único que hicieron los grandes imperios anglófonos fue imponer su dominio sobre vastas culturas que ya habían logrado integrar amplias regiones del mundo con mucha anticipación. Le quitaron a México la mitad de su territorio y el control de sus rutas transpacíficas; privaron de territorio soberano a los hispano-bereberes (saharauis) del Norte de África para impedir que explotaran recursos estratégicos y que se comunicaran con puntos estratégicos; privaron a Argentina y Uruguay de las rutas australes que ya los indígenas frecuentaban hacía miles de años; se apoderaron aquí y allá de islas que eran sagradas desde tiempos inmemoriales, y donde hace más de medio milenio ya había asentamientos hispanos. Alejaron del continente africano a los países ibéricos, que habían pertenecido a él desde tiempos remotos. Convirtieron a Paraguay -potencia industrial suramericana del siglo XIX-, en país pobre. Siempre moviendo los hilos detrás del escenario, siempre haciendo uso de la violencia, de la propaganda, y de la guerra. Siempre derrocando e imponiendo gobiernos. Siempre concibiendo el mundo como un tablero de ajedrez.
Privaron a la propia España de Gibraltar, a Portugal de las islas del Atlántico y del Índico que llevan nombres portugueses, y a la propia Francia de las islas del Canal de la Mancha. En todos estos casos expulsaron a sus habitantes originarios, despojaron a los pueblos de los medios que hubieran podido servir a su prosperidad, para imponer un mundo cada vez más contaminado, más pobre y más violento. Pero no crearon contactos nuevos. Solo usaron los antiguos contactos en su provecho, y para que la antigua unidad no pudiera volver a reconstruirse nunca, crearon todo tipo de leyendas negras.
Privaron a la propia España de Gibraltar, a Portugal de las islas del Atlántico y del Índico que llevan nombres portugueses, y a la propia Francia de las islas del Canal de la Mancha. En todos estos casos expulsaron a sus habitantes originarios, despojaron a los pueblos de los medios que hubieran podido servir a su prosperidad, para imponer un mundo cada vez más contaminado, más pobre y más violento. Pero no crearon contactos nuevos. Solo usaron los antiguos contactos en su provecho, y para que la antigua unidad no pudiera volver a reconstruirse nunca, crearon todo tipo de leyendas negras.
Hagamos lo posible para que, después de 500 años, el siglo XXI pueda ver en el mundo un escenario diferente. No cedamos ni un palmo de soberanía a los grandes imperios de los siglos XIX y XX. Ni un palmo de la soberanía que les pertenece a los pueblos y no les pertenece a esos imperios. Nada. Ni Malvinas, ni Puerto Rico, ni Gibraltar... y ustedes saben cómo sigue la lista, si es verdad que hay conciencia de cuántos pueblos forman una misma Patria Grande.
Mapa del mundo en tiempos de Felipe II. Créditos: Foros Perú. |
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