sábado, 4 de octubre de 2014

Se acerca el 12 de octubre, Día de la Raza, y no está de más hacer algunas precisiones (Parte IV)

Se acerca el 12 de octubre, Día de la Raza, y no está de más hacer algunas precisiones (Parte IV)

En la Parte III de este trabajo, veíamos cómo una de las críticas más importantes que enfrenta la conmemoración de la fecha, considerada como ''Día de la Raza'', es la propia definición de raza, que sin embargo, no es ni podía ser la misma a lo largo de la historia de la humanidad. En este sentido, los críticos del Día de la Raza cometen un importante anacronismo histórico, que invalida su argumentación.

http://indoiberia.blogspot.com/2014/10/se-acerca-el-12-de-octubre-dia-de-la.html

Pensar que la idea tradicional de raza equivale a la moderna idea de raza, de contenido racista, es confundir las sociedades tradicionales, surgidas de la revolución neolítica, o incluso anteriores, basadas en el parentesco, o lazos de sangre, con las sociedades mercantiles o industriales capitalistas modernas. Estas últimas no son anteriores a los siglos XVII, XVIII y XIX; y son ellas, y no las sociedades tradicionales, las que necesitan criterios racistas (basados en el color de la piel, sobre todo) para justificar la rápida acumulación de capital a partir de esa plusvalía absoluta que permiten el trabajo esclavo y la segmentación de la mano de obra. Por algo, en nuestro siglo XXI, el problema, en lugar de resolverse, se profundiza. 

Abajo, jornaleros indocumentados de Arizona. El hecho de que sean ''ilegales'' sirve a los propietarios para justificar las malas condiciones de trabajo y los bajos sueldos que permiten la rápida acumulación de ganancias.
Jornaleros de Arizona apenas encuentran trabajo por la nueva ley
Foto AP
Fuente de la imagen:

Pero cuando Hispanoamérica se constituye, en los siglos XVI y XVII, lo hace a partir de la fusión de sociedades de parentesco. Eran sociedades de parentesco las comunidades indígenas, que constituían la mayoría de la población, y eran sociedades de parentesco con raíces feudales las comunidades hispanas de los siglos XVI y XVII en América. 

Los llamados ''cuadros de castas'' del siglo XVIII están pensados desde la perspectiva del parentesco, y por eso la combinatoria matemática de parentescos posibles entre grupos sociales y étnicos era infinita. 


Pero una tipología infinita termina por no ser una tipología. Es imposible retener siquiera todas las categorías que se exponen en el cuadro, y que suman 26. Imposible reconocer a sus miembros, -a pesar de las ilustraciones- salvo que se conozca el árbol genealógico de las personas. Presentamos este cuadro de castas elaborado por el profesor Hernández García a título ilustrativo; no están contempladas aquí todas las posibilidades:


Existía por otro lado al interior de cada casta diversidad de linajes, de apellidos, de trayectorias biográficas, de árboles genealógicos, de orígenes regionales, de capas estamentarias, de clases sociales, de cercanía o lejanía con el poder político, de ingresos, que hacían todavía más difícil caracterizar a una persona por su apariencia física, con independencia del contexto. Se ha calculado que, si tenemos en cuenta todas estas circunstancias, se podrían reconocer solo en Perú, por ejemplo, unas 192 castas de descendientes de indios, españoles y negros libres.

Pero no es que la sociedad estuviera cortada, a cuchillo, en 26 o en 192 castas. Una misma persona podía ser, al mismo tiempo, ''indio de casta'' por su linaje; ''noble'' según su estamento (y en ese caso podía ser llamado ''español''), formar parte, por sus ingresos, de la clase de los hacendados acomodados, si era rico, o ser considerado simplemente ''casta'' si era pobre; y según su cultura podía ser llamado ''ladino'', ''mestizo'' o ''criollo''. 

El hecho de que en cada jerarquía se pudieran ocupar diversos peldaños, y que estos no se correspondieran entre sí, no era un problema para la sociedad de la época. Una persona que se comparara con otra, podía descubrir, que según el contexto, a veces se encontraba en un peldaño superior, en otras inferior, y a veces igual a la otra. Y toda esta complejidad del cuadro de castas termina por relativizar y anular la posibilidad de establecer tipologías racistas por medio del cuadro de castas.

Vimos además en la Parte III, que es anacrónico identificar al Régimen indiano con un régimen colonial. El ''colonialismo como sistema político formal'' no se dio en toda América. En la región que recién a partir de 1800 se empezó a llamar Hispanoamérica, no existía el colonialismo como sistema político formal.

El vínculo político formal, no entre España e Indias, sino entre las diversas regiones de la Monarquía hispánica, consideradas jurídicamente iguales entre sí, estaba dado por la propia Monarquía, por el pacto monárquico entre el monarca por un lado, y las élites y el pueblo por el otro. Este pacto monárquico voluntario era cuanto había en materia de dominación. Y cuantas autoridades civiles y religiosas pudieron establecerse en América, lo hicieron como representantes de la Monarquía, fiscalizados por visitadores, y a quienes se podía denunciar por sus abusos. La legislación protegía a los nativos de la región en cualquier parte del mundo. Una legislación minuciosa que procuraba contemplar todos los casos, al punto de sumar, en total, 50.000 leyes.

Para que hubiese habido colonialismo se hubiera necesitado que entre esas regiones se diera una situación de desigualdad jurídica donde unas regiones tenían el estatus de metrópoli y otras el de colonias. Eso no ocurrió. Las asimetrías que podían darse entre regiones o dentro de regiones, eran las mismas que hoy se dan dentro de un mismo país o Estado. Asimetrías que se intentaba corregir. 

Lo que nunca hubo fue un Imperio español, así, con ese nombre y con esas características. Los historiadores que jamás usan los términos propios de cada época y que todo les da lo mismo, podrán hablar de Imperio español en América; pero hay que saber, que entre 1492 y 1825 no hubo ningún Estado ni imperio con ese nombre, aunque sí hubo un Reyno de España e Indias. Cuando se hablaba de Imperio era más bien del Imperio carolino (por Carlos V), del Imperio mexicano (como sucesor del Imperio de Moctezuma), y del Imperio peruano, como continuación del Imperio de los Incas.

El historiador John Lynch nos dice que América era, informalmente, independiente. Esto tiene que ver con la inmadurez de la infraestructura y de los recursos del poder, que hacían que amplios territorios estuvieran fuera del control de la Monarquía hispánica, por más que formalmente, figuraran en el mapa. Para poner ejemplos, el Norte de México, la Patagonia, las islas de Atlántico Sur, y una serie de puntos donde fácilmente se instalaban los piratas. 

Las comunidades locales, capaces de autosubsistencia, no siempre conectadas entre sí, o con España, eran independientes en la práctica. Los españoles no eran en 1800 más de 300.000 sobre unos 16 millones de habitantes que pudieron ser censados en un espacio de 20 millones de km2. La minoría absoluta. Y no contaban con los medios técnicos que aparecieron durante el siglo XIX e hicieron posible la integración de amplios territorios, como el barco a vapor o el ferrocarril. Además de todo esto existía una fuerte tradición autonomista.

Pero desde el punto de vista de las relaciones económicas no habían madurado todavía las relaciones coloniales: los vínculos de dependencia que sí fueron característicos de otras monarquías, donde la colonización era llevada adelante por compañías mercantiles que hacían de ello un negocio y tenían el monopolio de la producción y venta de un determinado producto comercial. Y cuando a fines del siglo XVIII, los Borbones intentaron introducir las prácticas coloniales propias de otras potencias europeas, esas medidas fueron ferozmente resistidas por la población, que estaba acostumbrada a otra cosa.

La introducción de un régimen de flotas y galeones con unos puertos seleccionados para comerciar, no se debió a que hubiera un régimen de monopolio comercial, sino a la inseguridad introducida en los mares por otras potencias europeas a través de la piratería. Prueba de esto es que cuando España finalmente llegó a tener una armada respetable, a fines del siglo XVIII, se puedo controlar mejor la piratería, y en consecuencia, autorizar a más puertos a comerciar a través de las rutas transatlánticas.

Por más detalles sobre este punto:

http://hispanoamericaunida.com/2013/12/01/el-principio-de-justicia-en-el-derecho-indohispano-2/comment-page-1/

Se trata de un tema complejo que requiere conocimientos detallados. Cuando no se tiene el dominio del tema es fácil caer en simplificaciones, reduccionismos, prejuicios e ideas erróneas. La falta de dominio del tema termina por invalidar los argumentos de los críticos del 12 de octubre. 

Octava precisión.- Citamos en la Parte III de este trabajo, por ser ilustrativo de los prejuicios que venimos analizando, el Segundo Considerando del decreto del 10 de octubre de 2002 del entonces presidente de Venezuela Hugo Chávez Frías:

''Que a pesar de haber sido superado en América el colonialismo como sistema político formal a partir del triunfo de las guerras de Independencia del siglo XVIII, las estructuras sociales a lo externo e interno de nuestras sociedades, está aun constituido (sic) sobre criterios originados en la relación colonial, entre los que destaca el considerar la 'cultura e historia universal' como sinónimo de los valores culturales e historia de la sociedad dominante''.

Estamos de acuerdo con el autor en que aquellas regiones de América donde hubo ''colonialismo como sistema político formal a partir del triunfo de las guerras de Independencia del siglo XVIII, las estructuras sociales a lo externo e interno de nuestras sociedades, está aun constituido (sic) sobre criterios originados en la relación colonial''.

No hablamos de la actual Hispanoamérica, entonces. Hay un solo país actual que cumple con estos requisitos, y es EEUU. Es el único país de América que rompió con una monarquía europea en el siglo XVIII, declarando la Independencia, en 1776. Una separación que se reflejó en la sustitución de unas élites por otras en el Gobierno. Pero que no cambió las condiciones de existencia de la mayor parte de la población -esclavos, artesanos, labradores, pueblo llano-, que continuó viviendo igual que antes de 1776. Y por supuesto eso tuvo continuidad: la esclavitud hasta 1860, la segregación racial formal hasta 1965, la segregación racial informal hasta nuestros días. La sociedad de EEUU se organizó como olla a presión.

La sociedad de lo que hoy es América Latina se organizó como crisol de razas. En 1822 se abolió la esclavitud en México y Centroamérica. En Texas se la abolió en 1823, pero se la reimplantó en 1835 cuando pasó a soberanía estadounidense, tras el movimiento separatista de los colonos norteamericanos. 

En 1826, los países hispanoamericanos independientes se pusieron de acuerdo, -por el ''Tratado de Unión, Liga y Confederación Perpetua''- para dar todos los pasos que fueran necesarios con la finalidad de abolir la esclavitud y el tráfico de esclavos. En el Río de la Plata, la enorme presión del Imperio de Brasil en contra de la abolición, obligó a tomar medidas graduales para abolirla, las que se adoptaron entre 1813 y 1853, en que la esclavitud se extinguió completamente.

Aunque los manuales digan lo contrario, a veces por ignorancia y otras veces por interés, la sociedad hispanoamericana surgida a partir de 1825 era más democrática, justa y avanzada que la norteamericana. Y eso refleja la clase de sistema que fue, antes de 1825, el Régimen Indiano, por oposición al colonialismo anglonorteamericano.

Pero los EEUU del siglo XVIII también fueron diferentes de Hispanoamérica en otro sentido. Mientras el movimiento que se concretó en 1776 en EEUU, fue separatista, toda la serie de rebeliones y revoluciones hispanoamericanas del siglo XVIII fueron reformistas. Pedían reformas, que podían ser muy radicales, pero no pedían la separación de España, no pedían la Independencia como ruptura del vínculo político con la Monarquía hispánica. Eran movimientos populares que pedían reformas sociales profundas, mientras que el movimiento separatista norteamericano de 1776 fue oligárquico y conservador. No importa qué tan liberales fueran sus declaraciones y Constituciones. No eran para todo el mundo. 

Los movimientos populares reformistas hispanoamericanos del siglo XVIII son poco conocidos. Pero no porque sí. EEUU ha instalado una formidable campaña académica de propaganda y desinformación a favor de su propia imagen y en contra de la imagen de Hispanoamérica. Al punto de que los manuales escolares terminan analizando cómo los EEUU son más avanzados porque Inglaterra impuso en ellos una política más liberal... Y en consecuencia, lo bien que nos hubiera ido de haber sido conquistados y colonizados por los ingleses, porque más democracia (inglesa) nos hubiera traído más prosperidad (inglesa). 

Bueno, aquí va una viva muestra de cómo seríamos si nos hubieran colonizado los ingleses. Aunque está claro que no seríamos nosotros. Pero hay que saber que esto también es EEUU:




Brasil, y las islas del Caribe, son las sociedades que más se le parecen, porque fueron marcadas por una historia de economía esclavista de plantación, más allá de los avances que registren en materia de industrialización.

Entre los ''criterios originados en la relación colonial'', el decreto del 10 de octubre de 2002 ''destaca el considerar la 'cultura e historia universal' como sinónimo de los valores culturales e historia de la sociedad dominante''

Esto justamente es lo que hace el autor del decreto cuando ignora las particularidades del proceso histórico hispanoamericano, sumándose a las tesis de las universidades europeas y norteamericanas que se consideran dueñas y señoras de una ciencia histórica universal. Ciencia universal que jamás destaca los méritos, valores y antigüedad de Hispanoamérica, o, en el mejor de los casos, todo le da lo mismo. Combatir el racismo no es leer la historia de Hispanoamérica en los manuales universitarios de Angloamérica sino en la bibliografía, historiografía y fuentes de Hispanoamérica. Muchas veces despreciadas como ''tradicionales'' y ''conservadoras''.

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